En cada barrio, en cada bar, se apostó una pequeña tribuna de pasiones zaragocistas. Mil pedacitos de Montjuïc diseminados por todo Zaragoza. Sus miradas se pegaron a la caja tonta durante noventa tensos minutos, palpitando de ilusión a cada uy , a cada chupinazo de Villa, a cada toque de Movilla, a cada llegada del Madrid. Te daba igual. En el bar de Pepe, el de Manolito o en el abarrotado Football Story, el latido zaragocista quedó impregnado del espíritu cautivador de la Copa.

La peregrinación comenzó unos minutos antes de las nueve. Los más previsores se apostaron casi una hora antes del inicio, para ir cogiendo el mejor sitio. Los huecos iban faltando y los rezagados se ubicaban donde les dejaban. "Una caña más". Era la frase de la noche. Veteranos, jóvenes, señores, señoras, algún madridista furtivo... la esperanza era una, pero el panorama pintaba multicolor.

Agarrados a la bufanda

En el Football Story no cabía ya ni un alfiler. El bullicio previo se apagó súbitamente con el pitido de Carmona Méndez. Cada cual se agarró a su bufanda y empezó a vivir soñando. "Así, así, que no nos den miedo", dijo un aficionado en los primeros minutos de tensión. Pero Beckham dio una bofetada en todo el corazón. El silencio devoró la ilusión inicial. Pero, allí llega Dani. Gol. Estalla el zaragocismo y se recupera la esperanza. Y penalti. Y todos fueron Villa y todos lo empujaron dentro. "Mira, mira, que se pensaban que nos iban a ganar", exclamó un hincha con la voz rota.

El descanso, con el sabor de la victoria, fue tiempo de jugar a set técnico y analizar el partido. Casi sin tiempo a sentarse, llega el zapatazo de Roberto Carlos, que perforó los corazones de todos. Era el empate y una tortura. Ahora sólo se podía empujar, como si el esfuerzo se transmitiera a los jugadores, hasta la prórroga. "Este partido lo vamos a ganar..." Tanto, tanto lo creían que su sueño se hizo realidad. Porque ese tiro no sólo lo metió Galletti lo empujaron con el alma todos ellos.