Admite pocas dudas el currículum de Marcelino García Toral, al que avalan junto a sus inseparables Rubén Uría e Ismael Fernández sus éxitos precedentes en el Recre, el Racing el Villarreal y, en menor medida, en el Zaragoza, con solo el borrón que supuso su paso por el Sevilla, pero la transformación del Valencia en solo unos meses hay que elevarla casi a la categoría de milagro. Con la victoria contundente y llena de seguridad y velocidad en ataque del sábado, el Valencia ha firmado el mejor arranque liguero de su historia en Primera tras nueve jornadas, solo equiparable al de la 47-48 cuando llevaba siete victorias (unas más que ahora), un empate y una derrota, mientras que ahora suma seis triunfos y tres empates, con ninguna derrota en su zurrón. Basta decir que solo hace un año el Valencia era decimoquinto y aún tocaría más fondo después con Prandelli, sustituto tras cuatro jornadas de Ayestarán. Tuvo que salvar al equipo valencianista el apagafuegos Voro.

La vida ha dado un giro de 180 grados para el rival zaragocita en Copa, con una idea clara y con un equipo concebido para romper por velocidad a cualquier enemigo. Presión, recuperación rápida y rapidez en las transiciones, el código habitual de los equipos de Marcelino, siempre basados en un poderío físico que les permite jugar los partidos a un ritmo muy alto. En Mestalla se frotan los ojos viendo a Zaza, a Rodrigo, a Guedes, todo un descubrimiento, a Carlos Soler, a un rehabilitado Parejo... Todo son buenas noticias para el valencianismo, que ha recuperado no solo la ilusión, también hasta la euforia.

El Valencia de Peter Lim, con su delfín en Mestalla, Anil Murphy, se entregó a Marcelino en una fichaje avalado por el director general, Mateo Alemany, que llegó al club en marzo pasado tras el catastrófico paso de García Pitarch. El técnico fue una apuesta decidida y se le dio todo el poder en la parcela deportiva, porque era indispensable hacer una revolución tras dos años convulsos y tristes en Mestalla, ya que el Valencia hasta amenazó con bajar la temporada pasada.

Marcelino tenía claro que la transformación en la plantilla era imprescindible. Hasta 14 jugadores se marcharon, empezando por los dos capos del vestuario, Enzo Pérez y el meta Alves. Mientras, solo llegaron siete: el portero Neto, los centrales Murillo y Paulista los medios Kondogbia y Maksimovic, que ya estaba fichado antes de arribar Marcelino, y los extremos Andreas Pereira y Guedes. Regresaron tras sus cesiones Vezo y Robert Ibáñez y Marcelino tiró de cantera para el resto (Nacho Gil, Lato, Nacho Vidal...). El resultado es un Valencia nuevo, un martillo por ahora (25 goles en 9 jornadas) y que el martes llega a La Romareda.