Ni el mismo Jon Santacana pensaba que revalidaría su título olímpico del descenso en Sochi. Seis meses antes del evento el esquiador deficiente visual de San Sebastián sufrió una rotura en el tendón de Aquiles de su pierna derecha. El deportista, junto a su guía Miguel Galindo iba lanzado tras ganar tres medallas en los Mundiales del 2013 y aspiraba a lograr cinco oros olímpicos en la ciudad rusa. La fatalidad quiso que su trayectoria se truncara de manera fatal. Pero Santacana demostró que su voluntad no tiene límites. Recuperó en tan solo seis meses una lesión que tarda en curarse nueve. Gracias a sesiones diarias de rehabilitación de nueve horas, Santacana se mostró tan competitivo en Sochi que se llevó su segunda medalla de oro consecutiva en el descenso de unos Juegos tras Vancouver.

"Llevar tanto tiempo juntos nos ha ayudado. El hecho de llegar a Sochi ya ha sido un logro y conseguir una medalla de oro fue un hito. Pero sin la lesión hubiéramos optado a más. En el Mundial nos colgamos tres oros y estábamos en el mejor momento de nuestra carrera", explica Jon Santacana. El duro trabajo tuvo sus frutos. "El último mes de rehabilitación fue clave y vimos que podíamos estar con los mejores. En la final de la Copa del Mundo de Tarvisio hicimos dos terceros y nos dimos cuenta que podíamos dar alguna sorpresa", dice Santacana.

La primera fue en la frente y su debut lo saldaron con la medalla de oro en la prueba reina del descenso. "La carrera nos salio casi perfecta. Fue muy buena, muy continua y muy limpia. Marcamos la punta de velocidad con 120,7 kilómetros por hora. Arriesgamos en la parte más rápida y ganamos por 25 centésimas a una pareja eslovaca", afirma Galindo, un esquiador natural de Canfranc.

La pista era la misma en la que compitieron los esquiadores olímpicos un mes antes. "Era complicada. Tenía muchos cambios de ritmo, saltos, cambios de plano a muro muy bestias", apunta. Cuando se dieron cuenta de que habían ganado el oro delante de sus familias, se mezclaron los gestos de alegría e incredulidad. "No nos podíamos creer el triunfo. Nos quitamos la espinita y la presión de tantas semanas de duro trabajo en la carrera", dice Santacana.

Al día siguiente se llevaron la medalla de chocolate en el supergigante. "Un par de errores nos hicieron perder la carrera. Es lo que tiene el esquí. Cualquier mínimo fallo te hace perder un tiempo muy valioso". La tercera carrera fue la supercombinada. "Fue muy complicada puesto que las condiciones eran muy difíciles. La nieve estaba muy blanda y se hacían muchos agujeros. Cerca de la meta Jon se enganchó con un palo y quedamos descalificados", explica Galindo.

Tras la mala fortuna llegó otro día de gloria para la pareja. La plata en el eslalon. "Hicimos una primera manga un poco floja y terminamos séptimos. Jon tenía catarro y estuvo todo el día anterior en la cama. Hicimos un tratamiento de regeneración entre manga y manga". Después llegó la gran sorpresa. "Jon recobró las buenas sensaciones, hicimos el mejor tiempo de la segunda manga y remontamos hasta el segundo puesto. Fue una plata que nos supo a oro. Una medalla en el eslalon era un exitazo para nosotros", reconoce Galindo.

Prueba final

Quedaba en la recámara la guinda del gigante. Era la prueba en la que tenían más confianza. "Pero es una modalidad complicada puesto que se necesita estar muy en forma y muy fuerte. Llevabamos seis meses sin entrenar bien, era una carrera muy larga y Jon notó que no tenía la frescura suficiente al no haber podido entrenar con normalidad", afirma.

La expectativas sobre las infraestructuras de Sochi no quedaron defraudadas. Pero falló la climatología. "El montaje era espectacular. Pero la mala suerte ha sido el tiempo. No ha hecho frío. Por mucho dinero que tengan, hay algo que no pueden controlar que es la temperatura y la clímatología. Había días de lluvia, de niebla, de calor y hacían que la nieve no estuviera en las mejores condiciones. Pero se esforzaron por sacar todo adelante", concluye Santacana.