Histórico, legendario, increíble… escojan el adjetivo que quieran del menú desplegado en la prensa estadounidense. La Super Bowl disputada el domingo en Houston se convirtió en una de esas noches mágicas que los adolescentes de hoy contarán a sus hijos y los cronistas del deporte americano por antonomasia, con permiso del béisbol, glosarán como un momento irrepetible. Los New England Patriots del mariscal Tom Brady ganaron con una remontada épica tras un partido aciago en el que siempre fueron por detrás de los Atlanta Falcons. A seis minutos para el final del tercer cuarto perdían por 28 a 3 y nadie daba un céntimo por ellos pese a haber llegado a la final como favoritos. «Lo que pasó entonces no puede describirse más que como un milagro», escribió el cronista de ESPN.

En unos 15 minutos finales en los que todo les salió bien, los Patriots lograron igualar el encuentro casi sobre la bocina, dándole la vuelta a los 19 puntos de desventaja con los que se abrió el último cuarto. Por primera vez en la historia, una prórroga iba a decidir la gran final de la NFL. Y el desenlace fue relativamente rápido. El sorteo del árbitro les dio la posesión y en menos de cuatro minutos completaron lo imposible. El running back James White anotó el último touchdown tras sacarse el balón a dos yardas de la línea. 34 a 28, resultado final. Los Patriots conseguían su quinto título en 51 años de Super Bowl, quedándose a solo uno de los Pittsburgh Steelers, el equipo más laureado en la historia de la competición.

Con el confeti ya sobrevolando la noche tejana, Brady se arrodilló sobre el césped y bajó la cabeza. «Eres el más grande» o «el puto amo» si se traduce el taco que acompañó a ese momento de efusión de uno de sus compañeros. «Brady, Brady», comenzaron a corear los 71.000 espectadores de la grada. El entrenador Bill Belichick corrió a abrazarlo.

Ambos han creado uno de esos binomios casi perfectos. Llegaron al equipo de Massachusetts en el año 2000, prácticamente a la vez, y la que era una escuadra sin títulos pasó a jugar siete finales en 16 años y a ganar cinco. En esta última, Brady volvió a ser fundamental. A sus 39 años, y tras empezar la temporada sancionado por el escándalo del deflagate, lideró la remontada con 43 aciertos en el pase, dos pases de touchdown y 466 yardas ganadas.

Por cuarta vez en su carrera, fue el jugador mejor valorado de la Super Bowl, un récord en la NFL, y superó a los legendarios Joe Montana y Terry Bradshaw al conquistar su quinto título. «Nunca nos rendimos. Ellos tienen un gran equipo. Merecen un gran reconocimiento. Simplemente hicimos unas cuantas jugadas más que ellos», dijo Brady al final del partido.

Todo el país se rindió a su inteligencia y su tenacidad. «El domingo Brady jugó el mejor partido de fútbol americano que este deporte ha visto nunca», escribió el Washington Post: «No fue el más perfecto, ni el más plástico ni el más excelso. Fue simplemente el mejor».

Los Falcons habían merecido más, pero acabaron quedándose sin su primer anillo de la Súper Bowl. En un partido sin demasiada poesía, la fe de los Patriots se impuso cruelmente a la prosa de la escuadra de Georgia.