Australia, el otro lado del mundo; Phillip Island, un paraíso con un laberinto de asfalto dentro; el mar de Tasmania, casi un océano, la tribuna de un trazado único en el que, como reconoció ayer el maestro Andrea Dovizioso «si tu moto no puede bailar y enlazar las curvas a 200 kms/h., ¡olvídate!», fue escenario de las celebraciones de dos pilotos decididos a marcar esta década. Lo hicieron, cómo no, ganando, cuando ninguno de los dos, ni el mallorquín Joan Mir, de 20 años, nuevo campeón del mundo de Moto3 (título nº 47 del motociclismo español y piloto nº 19 que lo logra), ni el pentacampeón catalán Marc Márquez, de 24 años, tenían necesidad de jugarse el tipo, chocar su carenado contra el de sus rivales y acabar con el cuerpo con varias marcas de neumáticos de los adversarios. No tenía necesidad porque el único gladiador que podía, que puede, amargarle su cuarto título de MotoGP en cinco años, Dovizioso (Ducati), acabó 13º.

Esa es la virtud de estos dos muchachos. De Mir, que también vio cómo el italiano Romano Fenati se alejaba del podio a mitad de carrera, ya dicen que es el siguiente, el próximo y es evidente que esa referencia significa «el siguiente, tras Márquez». «Los que dicen eso -explica el ingeniero italiano Christian Lundberg, que ha convertido en campeón al mallorquín—no tienen ni idea. Marc es de otra galaxia, está hecho de otra pasta. Joan es bueno, muy bueno, puede ser buenísimo, pero para llegar a ser Marc tiene que comer muchos bistecs, ganarlo todo, todo, todo y tener algo de suerte».

Por si las moscas, Márquez disfrutó y felicitó al nuevo campeón, al nuevo socio de vitrina, pero le pidió calma, serenidad y, sin haber escuchado a Lundberg, buenos alimentos. «Es una lástima que se haya proclamado campeón sin saberlo. Pasó bajo la bandera a cuadros y no pudo celebrar el título porque tardó cinco curvas en saber que la carrera se había detenido por la lluvia. Ha protagonizado una temporada tremenda, ¡lleva nueve victorias! Espero que se tome con calma su paso por Moto2 y no tenga prisa por subir a MotoGP».

CARRERA TIPO MOTO3 / Márquez, que asustó, peleó, empujó, chocó y destrozó su Honda para ganar, convirtió, junto a Rossi, Viñales, Iannone, Zarco, Crutchlow y Miller, la pista de Phillip Island en la arena romana. Ni un solo gladiador se amedrentó. «Zarco me metió un viaje de cuidado en la primera vuelta y pensé: ‘Así que vamos de este palo, OK, pues voy a marcar territorio y al primero que le tocó fue a Vale». Y, a partir de ahí, como dijo Rossi «fue una carrera de autochoques», donde Zarco manejaba el voltímetro de la electricidad. «Fue una carrera a lo Moto3, seis en grupo, a tope; con una diferencia, todo lo hicimos 125 kms/h. más rápido».

Marc lleva cinco años en la categoría reina ganando, como poco, cinco grandes premios por temporada: 6 (2013), 13 (2014), 5 (2015), 5 (2016) y, de momento, 6 (2017). Mir, por señalar coincidencias, imitó ayer al Rossi de sus inicios, al ser el único piloto capaz de lograr el título en su segundo año en la pequeña categoría. «¡Uf!, tener algo que solo tiene Valentino, vaya manera de celebrar el título. Espero que se me peguen más cosas».

Mir no podía creer lo que le había pasado. Por eso lo celebró mirando al cielo. «Dios me ha ayudado parando la lluvia y, cuando ya había cruzado la meta, haciendo que cayese la del pulpo». Márquez se basta solo para lograr los milagros. «Llegué a Australia con solo 11 puntos de ventaja y parecía que venía el coco y nos vamos a Malasia con un colchón de 33 y pelota de partido». Será campeón el domingo si acaba pegadito a Dovizioso.

En la puerta de su box le esperaba Chase, un niño australiano, de 6 años, totalmente vestido de él, es decir, de Marc Márquez. Y, nada más verlo, Marc frenó su entrada impetuosa, feliz, se puso de rodillas frente al baby y le lanzó un ‘give me five’ (choca los cinco) que hizo volar a Chase y provocó la algarabía y el llanto de su padre.