El mito de Raúl echó raíces hace diez años en la hierba de La Romareda, donde Jorge Valdano lo hizo debutar con 17 años. Hoy se cumplen diez temporadas del bautizo del mejor jugador español de la última década, por no decir de los dos últimos siglos, de un futbolista que ha alcanzado la categoría de excepcional no sólo por los títulos y los goles que ha coleccionado a lo largo de este dulce tiempo merengue, sino también por su pulida inteligencia. Siendo una estrella más, ha gobernado el firmamento de la Liga y de Europa con su club utilizando la mezcla justa que le dio la naturaleza de genio y genialidad. Cogió los mandos de la nave del Madrid a esa temprana edad y no los ha soltado pese a que por la cabina del piloto hayan pasado reyes con Balones de Oro, monarcas con Mundiales bajo el brazo y todo tipo de aspirantes a robarle el corazón a la afición blanca vestidos de campeones de algo o de modelos de Armani.

El 29 de octubre de 1994, un chico huesudo, con mirada lista, apareció en la lista de titulares que se iba a enfrentar al Real Zaragoza, que en ese partido aspiraba a ser el líder de la Liga. Empezaba así la leyenda, pero lo hizo sin los goles que han alimentado su alma definitiva de depredador. No se puede desligar ese ingreso en la gloria de Raúl sin poner en la misma foto a Andoni Cedrún, con quien estuvo discutiendo toda la noche con majestuosos duelos mano a mano, con un poste, con una asistencia que aprovechó Zamorano para acortar los dos tantos de Esnáider.

A Cedrún hay que pedirle prestada la memoria de aquellos instantes previos a la gloria zaragocista, camino del liderato y de la Recopa de París. Y el vasco la concede, pone sus recuerdos al servicio de la efeméride de un jugador al que admira, respeta y quiere. Del que destaca su orgullo, su incombustible espíritu de superación, su profesionalidad. El Ciprés de Durango --en Lezama todos los porteros de la cantera aspiraban a tener la madera del Txopo , Iríbar--, antes de prestar sus sensaciones, recuerda que, posiblemente, él sea el único portero del mundo al que Raúl no ha humillado. Que conste en acta pues. Ni le marcó con el Real Zaragoza ni con el Logroñés.

Bromea el meta, y recupera para los fastos de Raúl que antes de comenzar el encuentro, mientras se daba un masaje, alguno de sus compañeros le puso una foto del niño en su taquilla con la siguiente premonición: "Internacional, 29 de octubre de 1994". Había cachondeo con Andoni, gran encajador de bromas y, por otra parte, magnífico mecenas de debutantes o de jóvenes promesas. Cuando jugaba cedido por el Athletic en el Cádiz, un muchacho pálido y de gruesos gemelos le metió dos goles para remontar un 2-0 de los gaditanos en el Carranza. Se llamaba Butragueño el novato. Volvió más tarde a la Tacita de Plata y un andaluz desgarbado y saleroso con la pelota, Kiko, le dio la tarde. Salió en la segunda parte, provocó un penalti y logró el gol de la victoria de su equipo, lo que envió al Real Zaragoza a una angustiosa promoción.

Cedrún verá las celebraciones de un tipo sensato, icono ejemplar de deportista, desde su altura de prudente y observador ciprés. Para él no será un día especial porque hace diez años cumplió bien con su trabajo, porque logró ensombrecer brevemente la futura leyenda de Raúl, el caníbal de porteros.