Gelsa. Margen izquierda del Ebro. Zurdo, evidentemente. Algo más de mil habitantes. En sus calles creció Víctor Tejel (Zaragoza, 1981) y allí su corazón regresa y respira hondo siempre que puede. Chico de pueblo, jugador de seda. Cazador, en el campo abierto y en la pista. Discreto siempre. Temeroso de los pájaros, pese a su parecido con el Buitre. Todo cabe en la mochila. En la mochila del Pocho de Gelsa.

Los dos goles ante Santiago Futsal pusieron de nuevo a Víctor Tejel delante de unos focos de los que si pudiera se escaparía a toda prisa. Un doble penalti y una definición magistral tras un taconazo antológico de Retamar sacaron a Umacon Zaragoza de un atolladero peligroso. Después de caer en casa ante Galdar y Jaén, y fuera ante Inter, el equipo aragonés se vio en el arranque de 2014 con el susto en el cuerpo. Pero un golpe de rasmia de los chicos de Sampedro y Peñaranda abre la jornada 19 con Umacon undécimo, a once puntos del descenso. Un salto del que Víctor Tejel tiene gran parte de culpa.

La temporada del jugador aragonés está siendo una de las más completas de su carrera. Eterno con el escudo del Sala 10, donde cumple su sexta campaña y cuya camiseta es la única que ha vestido como profesional, Tejel lleva camino de convertirse en una de esas especies raras que, al final de su vida deportiva, podrá presumir de formar parte del prestigioso y reducido club de los ‘one club man’, término inglés que ejemplifica el amor por una camiseta, por unos colores. En el caso de Tejel, mucho más allá por ser el equipo de su tierra, de su vida.

El ‘Pocho’ marcó dos goles y salió del vestuario con las manos en los bolsillos. Como si nada. Un extraño, al verle fuera del pabellón, lo mismo hubiera creído que se topaba con un chico de mantenimiento. Un beso a Beatriz, su mujer, quizás una jotica bien cantada -porque Beatriz canta mejor jotas que Víctor tira dobles penaltis-, una cena en el italiano de costumbre y la mirada puesta en el pueblo. Con los de siempre. Con sus amigos y sus galgos. Con la escopeta preparada. Allí es feliz.

Un chico más en Gelsa, un gigante, una bandera, en Umacon.