Sería un bombazo informativo conocer lo que pasó por la cabeza de los jugadores del Real Zaragoza cuando Verdasca cometió otro de esos errores marca del portugués, un fallo que vuelve a señalar al central como un futbolista nefasto. No se podrían reproducir esos pensamientos en horario infantil. Tampoco en franja adulta. Porque una cosa es cometer un equivocación y otra bien distinta provocar el disparate con una pérdida de balón inexplicable. El conjunto aragonés se vio condicionado durante todo el partido por esa desfachatez. Impactado por las consecuencias, el gol de Rubén Castro, pudo irse al descanso con la derrota a cuestas. Flojearon todos y se agigantaron los canarios, frenados por una parada de Cristian Álvarez para la historia. El argentino resolvió como un gato un duelo con Fidel, arañando el disparo que iba a la nuca de su portería. ¡Cuánto le debe el equipo al arquero!

Penalizado por la malas costumbres de Verdasca cuando ni se huele el peligro, el Real Zaragoza se repuso gracias al empate de Álvaro, que partió en un fuera de juego legalizado por un último toque de Galarreta. Justo sobre la bocina del primer tiempo, poco después de que el propio Álvaro no acertara a marcar en otro error de cálculo que... En fin. El conjunto de Víctor Fernández fue creciendo a medida que el de Paco Herrera mermaba. El intercambio de papeles fue absoluto, con un fútbol dominador y un Igbekeme que abrasa cuando corre hacia delante. Le falta una pizca de calma, pero su despliegue por el campo es el de un tornado. Todo no se le puede exigir al nigeriano.

El cansancio y una caída considerable de tensión hicieron del Las Palmas un manojo de nervios, de imprecisiones, de conjunto ramplón. El Real Zaragoza, además de dejar claras sus intenciones con mucha personalidad, se encontró con el panorama perfecto para ir por el triunfo: Peñalba fue expulsado por una rabieta. En superioridad, sin embargo, entró en una dinámica equivocada, en un intercambio de golpes cuando podía llevarse el combate a los puntos. Tampoco anduvo fino en un par de ocasiones muy claras. Se frenó justo a la puerta de la victoria. Después de que Verdasca colgara un monigote a la espalda de un equipo que no puede permitirse bromas de tan mal gusto.