Pepe Díaz es el decano del montañismo aragonés. Sus ojos han visto pasar a grandes escaladores en sus 90 años de vida. Su cabeza es una enciclopedia y pese a su edad recuerda el más mínimo detalle de sus grandes gestas alpinísticas. Montañeros de Aragón cumple hoy el 90 aniveresario de su fundación con Lorenzo Almarza como primer presidente. Y Pepe Díaz tiene tanto orgullo de ser más viejo que el club como lleva a gala cualquiera de sus grandes conquistas en los sesenta en Riglos, Ordesa, Agüero, el Balaitous o el Vignemale. «Soy más viejo y tengo seis meses más que el club», indica Díaz.

En los últimos años se ha desligado paulatinamente del club de sus amores. Díaz se volcó con su esposa, María Pilar, que falleció de Parkinson en noviembre. «Era de las más veteranas del club y una de las primeras mujeres que hizo escalada en Aragón. Fue muy dura su enfermedad. Los dos últimos años he estado con mi mujer sentado en un sillón y no me movía». Ahora Pepe Díaz ha dejado su casa de la calle del Carmen de Zaragoza y se ha ido a vivir a Formigal. «Tengo allí una casa y mi hijo mayor se ha hecho una pegada a la mía. Nos vemos todos los días y comemos juntos. Allí haré alguna excursión porque soy incapaz de quedarme quieto. En invierno me iré dos meses a vivir a la casa de mi hija que tiene en San Sebastián», explica.

Ya ni se acuerda de cuándo fue la última vez que acudió a la sede del club aragonés. «Ahora casi no voy por el club. Pero no es una piña como cuando estábamos nosotros. Estábamos todos los días por la tarde. Los jueves los jóvenes nos tomábamos nuestras cositas, charlábamos y hacíamos nuestros proyectos». En la actualidad, la entidad montañera la dirige Ramón Tejedor, que ha renovado el club. «A él le va esta responsabilidad. Es como un blasón. Por su profesión tiene todo el tiempo del mundo, lo ha hecho muy bien y es un excelente presidente», asevera.

Manu Córdova

Ahora el gran continuador de la generación de Pepe Díaz en la que destacaban Fernando Vicente, Rafael Montaner, Manuel Bescós o Alberto Rabadá es Manu Córdova. «Es el escalador que más me gusta, es un fuera de serie. Es mejor que los de nuestra cuadrilla. Es un tío completo, escala en roca, en hielo y hace grandes ascensiones», indica.

Díaz se remonta a los años cuarenta del siglo pasado cuando comenzó su romance con la montaña. «Fue en un campamento en Cercedilla del Frente de Juventudes. Esos años posteriores a la Guerra Civil había mucha hambre en España. Unos amigos nos dijeron que se comía de miedo y nos fuimos a apuntar». Por aquellos años sus padres ya habían muerto y Díaz vivía con su abuela. En 1945 se trasladó a Zaragoza con su hermana. «Lo primero que pregunté era donde estaba el Frente de Juventudes. Quería ser guía de montaña y nos fuimos a apuntar a la plaza de Sas Rafael Montaner, Manuel Bescós y Alberto Rabadá». En esa quinta también estaban Ángel López Cintero y Fernando Vicente. Fue este núcleo el que se hizo socio de Montañeros de Aragón en 1953. Ya han pasado 66 intensos años.

Díaz recuerda perfectamente su primera escalada. No podía ser en otro sitio que en Riglos. Subió la Aguja Roja. Es aquí donde tuvo el único accidente en su trayectoria. «Bajando con Rafael Montaner me golpeó una piedra en la mano y me deshizo el dedo meñique. He de reconocer que era un montañero bien preparado y por aquel entonces hacíamos mucha actividad», indica.

En los años sesenta, Díaz subió y escaló a las montañas más significativas del Pirineo. «En aquella época estaban sin hacer las grandes paredes del Pirineo. De lo más significativo fue la cara oeste del Mallo Pisón. Lo llamamos la vía Serón-Millán. También ascendí la vía de las Brujas en el Tozal del Mallo con Rabadá y Navarro. Además, hicimos una variante a la cara norte del la Aguja de Ansabere con Manuel Bescós». Para acercarse a los montes los escaladores zaragozanos tenían que recurrir al Canfranero. Pero con el tiempo se compraron un Chevrolet de segunda mano. «Lo adquirimos a un jefe de la fábrica donde trabajaba. Era una preciosidad de 1929. Nos permitió ir a muchos sitios, pero se estropeó el coche», lamenta.

Díaz no ha conocido a un escalador similar a Alberto Rabadá. «Como escalador de roca era de lo mejor que había. Nos llevaba a todos ventaja y tenía unas ideas estrambóticas. Pero no tenía la misma técnica en nieve y hielo y por eso se murió con Navarro en el Eiger en 1963».

En sus últimos años como montañero conoció cumbres de otros continentes. «En 1977 estuve en el Huandoy, en los Andes, junto a Vicente, Ursi y Frechin. Me encantó». El remate fue el Baruntse en 1980. Era la primera vez que una expedición española acudía al Himalaya. Y Pepe Díaz era el jefe de la expedición nacional. Después llegó su etapa como directivo. Fue presidente de Montañeros de Aragón de 1981 al 87 y el primer presidente de la Federación Aragonesa desde 1963.