Los problemas a nivel deportivo del Real Zaragoza son los que son y nacen donde nacen: en una cadena ininterrumpida de errores en la elección de los profesionales de campo encargados de regir el destino del club y, consecuentemente, en la ausencia de un proyecto estable, sereno, consistente y con la paciencia debida cuando había que tenerla. Para llegar a este instante crítico, con el descenso a cuatro puntos, el playoff a diez y el tembleque en el cuerpo, la SAD ha tenido que tomar la dirección equivocada en numerosas ocasiones, casi tantas como las que Ángel se empeña en fallar después de construirse el mejor escenario para el gol.

Fallos en la contratación en el área de la dirección deportiva, equivocaciones con casi todos los técnicos, una mala selección de futbolistas y continuados cambios de rumbo. Hasta llegar a este punto, en el que (por el momento) el Zaragoza está optando por la fórmula contraria: respirar y mantener al técnico, que tiene siete vidas, a pesar de que su currículum daría para otro capítulo del libro de los despidos de libro.

El presidente Lapetra le puso voz a esa frágil intención. «Agné va a seguir siendo el técnico, no hay motivos para el cese». Otra cosa no, pero motivos sobran. Mientras, la vida sigue. Y sigue igual: nadie en el Zaragoza, nadie, nadie, cree en Agné.