Antonio Salazar (Alfajarín, 1918), el gran referente del ciclismo aragonés, falleció el pasado viernes a la edad de 98 años. Las credenciales de este ciclista casi centenario son incontestables. Su actividad deportiva fue enorme y se enmarcó en tres frentes ciclistas de la tierra: la Vuelta a Aragón, el Club Ciclista Iberia y la Federación Aragonesa. Con la Vuelta a Aragón mantuvo una vinculación especial, por un lado como participante en la primera edición de la ronda en 1939, apenas tres meses después de finalizada la guerra civil española. Con Salazar se va el único representante vivo que quedaba de aquella histórica edición.

Era muy joven, apenas un chaval y tuvo que enfrentarse a los grandes ases del momento -Cañardo, Delio Rodríguez, Ezquerra, Escuriet, Sancho- que venían en forma de Francia, donde estuvieron compitiendo durante la contienda española. Veinticinco años más tarde, junto a su inseparable amigo Germán Guillén resucitó la ronda aragonesa organizando entre ambos siete ediciones consecutivas.

Salazar estuvo toda su vida vinculado al Club Ciclista Iberia, dándole gran proyección.Su paso por la Federación Aragonesa de Ciclismo duró 27 años. Promovió el nacimiento de la Clásica Zaragoza-Sabiñánigo y abrió un frente de batalla por la construcción del velódromo. Como ciclista no destacó fuera del ámbito regional. Empresario del calzado posteriormente, ayer una gran fotografía en la que se muestra vencedor del trofeo Inauguración, presidía su estancia en su velatorio.