El comunicado de la asociación de ciclistas profesionales franceses ha sido muy escueto y solo se ha informado del fallecimiento de Armand de las Cuevas, a los 50 años, sin especificar la causa de la muerte. De las Cuevas, al menos mediáticamente, llevaba años desvinculado de un deporte en el que, de hecho, no tuvo mucha suerte, pese a tener dotes para ser un gran campeón... un enorme campeón. El carácter lo traicionó muchas veces, hasta el punto de tener que salir del Banesto, a finales de la temporada 1993, cuando, de hecho, podría haber sido uno de los grandes soportes de Miguel Induráin en su época de gloria.

De las Cuevas fue un magnífico, casi se podría decir un sensacional, contrarrelojista. Era también un corredor que superaba la montaña estando en forma. Pero no valía para el oficio de gregario. No le agradaba trabajar para un líder cuando, seguramente y en su fuero interno, se consideraba como un jefe de filas. En el Castorama, tras abandonar el Banesto, dispuso de más ocasiones, tras crecer como corredor en el Reynolds, luego Banesto, equipo que lo fichó a finales de los 80. Prometía muchísimo pero para crecer debía hacerlo a la sombra de un Induráin incuestionable en aquellos tiempos y sin olvidar tampoco a Pedro Delgado, el otro gran reclamo de peso del conjunto bancario.

La histórica contrarreloj de Luxemburgo

Se lo dijo José Miguel Echávarri, director del Banesto, la víspera de una de las contrarrelojes más históricas ganadas por Induráin, la mítica victoria de Luxemburgo, en el Tour de 1982. "Resérvate que tienes que trabajar para Miguel". Y Armand voló, literamente fue como un cohete, sobre los llanos que rodeaban la capital luxemburguesa a lo largo de 65 kilómetros. Marcó los mejores tiempos parciales y habría ganado la etapa de no haber existido Miguel, el día en el que la prensa francesa lo bautizó como 'El extraterrestre'.

Armand, de ascendencia española, el ciclista que antes que corredor quiso ser boxeador, terminó en segunda posición y marco la exagerada diferencia de tres minutos (el siguiente clasificado fue Gianni Bugno, a 3.41 minutos del corredor navarro). De las Cuevas estaba llamado a tener que ayudar a Induráin en aquel Tour, uno de sus referentes en un equipo en el que también estaban el incansable Marino Alonso, el incombustible Jeff Bernard, el mito Delgado, los sacrificados Aitor Garmendia, Julián Gorospe y Joserra Uriarte, y el también francés Fabrice Philipot que había conquistado el jersey blanco como mejor joven de la ronda francesa de 1989. De las Cuevas era el ciclista perfecto, capaz de estar junto a Induráin hasta los kilómetros decisivos. Y por ello debía reservarse en Luxemburgo. Con el paso de los años pudo presumir de acabar aquel día tras los pasos de Miguel.

En Alpe d'Huez, fuera de control

Agotado por el esfuerzo del Tour, quizá por las energias de la famosa contrarreloj de Luxemburgo, De las Cuevas entró fuera de control en la etapa de Alpe d'Huez y por lo tanto fue descalificado en aquella edición de la 'grande boucle'.

En 1993 fue incluido en el 'nueve' del Banesto para el Giro. Induráin aspiraba a una segunda victoria consecutiva en Milán y un letón que siempre pareció más mayor de lo que realmente era, Piotr Ugrumov, partió desde la primera etapa con el lícito objetivo de tratar de amargarle el triunfo al corredor navarro.

Y, en Oropa, casi lo consigue, en un día de enorme sufrimiento para Induráin, con De las Cuevas apostando por la libertad pero sin poder ayudar al equipo como le habría gustado al navarro. Lo que ocurrió en aquella etapa siempre quedará en el secreto del 'vestuario' del equipo, pero en 1994, a la temporada siguiente, De las Cuevas se marchó del equipo.

Pudo ser un gran ciclista con muchas cualidades para llenar el zurrón de su palmarés con más frutos que el Dauphiné Libéré que ganó en 1998 (había regresado al Banesto tras la retirada de Induráin) o la novena posición conseguida en el Giro de 1994, con un triunfo de etapa, en el año en el que cumplió el sueño de ser el jefe de filas que con Induráin nunca pudo ser.