Las finales no se ganan solo con calidad", declaró Ancelotti en la previa. Y razón no le faltó. El equipo blanco levantó por primera vez el Mundial de clubs después de derrotar con más sufrimiento del previsto en Marraquech al batallador San Lorenzo (2-0). La final requirió la vertiente más sacrificada y solidaria de un Madrid que tuvo que arremangarse y tirar de oficio, a falta de brillantez. Las lágrimas inconsolables de los jugadores argentinos contrastaron con la frialdad con la que los blancos celebraron un campeonato que estaban obligados a ganar.

El duelo de ayer cierra un 2014 histórico para el Madrid. Nunca antes se había adjudicado cuatro títulos en un año natural. Atraviesa una racha tan victoriosa (22 partidos consecutivos venciendo) que gana los partidos casi por inercia, de carrerilla. El duelo no fue ni mucho menos un paseo militar para el Madrid, que por momentos las pasó canutas ante la fiera combatividad de un San Lorenzo que en nada se pareció al equipo sin nervio que superó por los pelos las semifinales. Como era previsible, el conjunto argentino planteó un partido áspero y agresivo, consciente del abismo técnico que le separa de su rival. Más pendiente de pegar y acosar al árbitro que de jugar, los argentinos trataron de cortocircuitar las fuentes del juego madridista a base de presión y faltas.

Las artimañas desquiciaron a un Madrid confundido y enfangado en batallas estériles que daban oxígeno a las esperanzas cuervas. Sin finura en el toque ni velocidad en la circulación, los blancos trasladaban el balón de un lado a otro sin ritmo ni intención, incapaces de hallar el camino a la meta rival entre la telaraña tejida por San Lorenzo.

Pero de una manera o de otra el Madrid siempre encuentra el camino del gol, aunque este no sea hijo del juego. Ayer poco o nada se supo de sus hombres más desequilibrantes. Ni siquiera de Benzema, la llave maestra del ataque blanco. Pero volvió a aparecer Sergio Ramos, el hombre de las grandes noches.

Cuando peor lo pasaba el Madrid, incómodo y angustiado por momentos en un primer tiempo a cara de perro, volvió a disfrazarse de héroe para encarrilar una final que se le estaba atragantando a su equipo. Ramos volvió a alzarse imponente para conectar un cabezazo inapelable a la salida de un córner (m. 37). El alemán Kroos, además de ser el capataz de la medular blanca, se ha destapado como un asistente muy prolijo: ya suma 11 pases de gol.

TRIUNFADOR ANCELOTTI Otro que no acostumbra a fallar en las grandes citas es Bale. El galés, un huracán cuando pone el turbo con campo para correr, volvió a pasar desapercibido cuando se necesitaba clarividencia en espacios reducidos. Poco participativo en el juego, cazó un buen pase de Isco en el área para finiquitar la final cuando arrancaba la segunda parte (m. 51). Ya no hubo más historia. La victoria en el Mundial de clubs reivindica especialmente la figura de Carlo Ancelotti. Alejado del ruido y la crispación de su predecesor, el italiano ha recurrido al sentido común para hallar el éxito. Le ha bastado con transmitir tranquilidad y poner a los mejores.