Al final la realidad siempre es muy tozuda y, tarde o pronto, acostumbra a dejar en evidencia lo evidente. El último botón de muestra lo ha vivido el Real Zaragoza contra el Espanyol. Por la razón que fuere, que puede ser bien simple o más rebuscada, resulta que va Manolo Jiménez y alinea el mismo día a José Mari de titular y le da 45 minutos a Víctor Rodríguez, dos futbolistas fichados para el filial hace unas cuantas semanas. Y ocurre que el equipo gana, gana como gana pero gana, y los dos jugadores no solo no desentonan sino que sobresalen.

Ni José Mari ni Víctor parecieron futbolistas de categoría inferior al resto ni van a desafinar en la zona baja de Primera, donde el nivel es visiblemente menor a épocas pasadas. Al contrario. Jugaron por encima de la pobre altura del partido y pusieron en evidencia lo evidente y de lo que los clubs reniegan. Que para buscar ese perfil de futbolista (secundario, para 10 o 15 encuentros al año) no es necesario irse a mercados extraños ni sospechosos. No hacen falta N'Daw ni Juárez ni Pinter ni Meira ni Tomás. Las distancias se han estrechado y un jugador que haya dominado la Segunda B tiene sitio en la zona de abajo de Primera.

Eso es una cosa. Y otra, perder la perspectiva. José Mari y Víctor pueden ser útiles para un cierto rol. Pero que los árboles dejen ver el bosque. El Zaragoza tiene puestos vacíos y necesita cuantos futbolistas de más altura, mejor. Porque no sobra calidad. Ahora llega Babovic, que no es ni un lateral ni un central ni un stopper... A ver si al menos trae fútbol, que falta hace.