Lo tenía todo para triunfar. Incluso nadie dudaba que ganaría el Grand Slam. Pero no el de tenis. Sino, el hípico. O sea, la famosa Triple Corona americana. Sin embargo, una lesión ha alejado definitivamente de los hipódromos a Nadal, un potro bautizado por sus dueños con el nombre del tenista mallorquín "por su gran personalidad y temperamento" y que había asombrado a los aficionados estadounidenses por sus cuatro triunfos consecutivos.

El anuncio de la retirada de Nadal, el purasangre, conmocionó ayer al mundo de las carreras hípicas y también, por momentos, al deporte en general. La lesión del caballo se hizo rápidamente viral a través de las redes sociales y provocó el pánico en las redacciones de todo el mundo al asociar su baja con Rafa Nadal.

Resuelto el entuerto, y comprobado que el tenista mallorquín es una de las personas más queridas y admiradas del mundo, solo a la familia hípica le ha quedado el duelo y el lamento. Todo el planeta ecuestre había puesto sus ojos en este crack estadounidense, invicto en sus cuatro carreras, con casi un millón de euros ganados y elegido por los expertos para convertirse en el mejor purasangre de todos los tiempos.

UN CABALLO CONQUISTADOR

El Nadal de las carreras de caballos, entrenado por Bob Baffert, una leyenda de este deporte, había conquistado a los aficionados no solo por sus éxitos, sino también por la popularidad de su nombre. Hubo consenso en llamarlo Nadal. No por ser fanáticos del tenista, sino porque Bob Baffert había dicho que se debía encontrar un nombre que sobresaliera porque pensaba que el caballo sería muy bueno, declaró a la revista Jour de Galop el francés Arthur Hoyeau, uno de sus propietarios.

La vida de Nadal, el purasangre, nunca fue fácil. Caballo de gran pedigrí, comprado por 600.000 euros, no pudo competir a los dos años debido a una lesión que se hizo en un viaje en el camión que le transportaba. Tardó más tiempo en debutar que sus rivales, pero desde que se puso en marcha a los 3 años el pasado enero ya no hubo un solo equino que pudiese frenarlo. Aquel día ya vimos que era una superestrella. Fuerte, grande, muy competitivo. Con una gran personalidad y un gran temperamento, como el tenista", lo describió Baffert entonces.

Denominado por los aficionados como el toro, en honor a Rafa, según Hoyeau porque es un caballo de 600 kilogramos, imponente físicamente, muy musculoso, con cualidades muy parecidas al jugador, Nadal, el purasangre, comenzó a sumar seguidores cada vez que se asomaba a un hipódromo, todos ellos ataviados con gorras y camisetas del deportista español. Así, hasta su última carrera el pasado 2 de mayo, en el Derby de Arkansas, en la que volvió a machacar a sus rivales con una gran superioridad y con la misma rabia y genio que tiene el tenista, declaró su dueño.

CARRERA TRUNCADA

Sus victorias en los hipódromos le situaron como firme candidato a ganar el prestigioso Derby de Kentucky, este año aplazado al 5 de septiembre por el Covid-19. Pero el jueves una inoportuna lesión en su mano izquierda, que requirió de una intervención clínica para aplicarle dos tornillos, le obligó a dejar la competición. A partir de ahora pasará a ejercer de semental, en un negocio que se antoja millonario a pesar de su corta carrera competitiva.

Atrás quedará el deseo de su entrenador, que había manifestado en alguna ocasión que invitaría a Rafa Nadal a presenciar alguna de las pruebas que el caballo debía correr de la Triple Corona y que, salvo sorpresas, le hubiese supuesto ganar otro Grand Slam para el apellido Nadal. Una pena para el purasangre. Sobre todo cuando ya había hecho con bola, juego, set y partido.