Cuando Rafael Nadal se clasificó para los cuartos de final del Abierto de Estados Unidos, en los que se medía con Dominic Thiem, anunció que iba a ser un partido «duro». Se quedó corto. La pasada noche, en el Arthur Ashe, ese encuentro se desarrolló como un pulso titánico, una montaña rusa, un duelo bestial de dos jugadores a los que separan edad, historia, carrera y logros, pero a los que une también algo: la garra. Y el tenis del joven austriaco brilló más, pero fue Nadal, el campeón, el que nunca tira la toalla, quien acabó imponiéndose. Hicieron falta cinco sets con dos tie breaks y 4 horas y 48 minutos, pero el tricampeón en Nueva York ganó 0-6, 6-4, 7-5, 6-7 (7-4) y 7-6 (7-5). Y vuelve a las semifinales, donde se medirá con Juan Martín del Potro.

El arranque del partido ya evidenció que Thiem, en sus primeros cuartos en un grande que no se juega en tierra, la superficie donde siempre se había medido con Nadal, no estaba dispuesto a ceder nada. Abrió torpedeando al hombre que le tumbó en la final de Roland Garros, un campeón extrañamente replegado que no lograba lanzar sus tiros mucho más allá de la línea de servicio. Y lo dice todo el 6-0 a favor del austriaco en ese parcial, un resultado que Nadal solo había encajado tres veces antes en un grande. «Soy crítico conmigo mismo. Hice un mal set. Él jugó muy bien. Pensé en acabar el set y meterme en el partido en el segundo», afirmó el manacorí tras el encuentro. En esas tres ocasiones que se había llevado un rosco en contra en el primer set, había perdido los partidos. Esta vez no.

Resucitó. Ganó el primer juego del segundo parcial. Y Thiem, que en el primer set solo había tenido dos errores no forzados, sumó 12 en el segundo. Nadal rompió dos veces el servicio e igualó.Era como volver a empezar, bajo el mismo calor y la misma humedad. Y aunque Thiem llegó a romper el servicio a Nadal en el séptimo juego para adelantarse 3-4 y llegó a servir para el set, demostró ser incapaz de culminar. Nadal reequilibró hasta el 5-5 y se llevó la manga. La lucha bestial continuó en el cuarto set. Nadal consiguió romper a Thiem en el octavo juego. Y en el duodécimo tuvo en sus manos conseguir una bola de partido también con el servicio del austriaco. La desperdició con un error no forzado y se vio encerrado en un tie break donde el número 9 del mundo no desaprovechó ninguna oportunidad. Así se llegó al quinto set. Y prosiguió el combate titánico. Al tie break. En la primera bola de partido para Nadal, Thiem erró. El partido acababa, dejando a los pocos espectadores que seguían en las gradas el gusto de haber sido testigos de un gran esfuerzo.

Nadal cruzó la red para abrazarse a su rival, un jugador de 25 años recién cumplidos, número 9 del mundo, y para el que en sus primeras declaraciones en la pista solo tuvo, como en la final de París, palabras de elogio, como persona y como jugador. «Es joven, es educado, tiene actitud y tiene tiempo para ganar, seguro que tendrá oportunidades, sin duda. Es uno de los jugadores a los que tengo más aprecio. Le deseo lo mejor», dijo el balear.