Los partidos de la Eurocopa televisados Por la Uno de TVE hay que disfrutarlos sin sonido porque, de lo contrario, el espectador corre el peligro de enfermar gravemente. O se baja el volumen hasta la mínima expresión o el ingreso en el frenopático es cosa segura. Lo único que distorsiona de este interesante torneo es el equipo que forman José Angel de la Casa y Michel, exaspirante a entrenador del Getafe y a seleccionador. Sus comentarios fluctúan entre el tristísimo relato de uno y las explicaciones petulantes del otro. Cuando se mezclan en gracioso abrazo de coincidencias y chistes improvisados, el cóctel resulta explosivo, irritante, sin una pizca de información ni de originalidad, que es lo que ambos pretenden con una sociedad sosa, pija e insufrible que termina por deformar el partido al convertirlo en cosa muy suya: superguay.

Si uno no fue jamás la alegría de la casa, el otro ejerce de comentarista con una capacidad visual de tal alcance que cuando quiere explicar el cúmulo de imágenes en una palabra, termina por soltar un discurso indescifrable y la pelota está ya en el otro área. Lleva un par de semanitas luciéndose. Anoche superó cualquier récord de cursilería al atrofiarse en un instante de la retransmisión que expresa fielmente los nudos mentales que se hace por querer ser la megaestrella de la tele. Dijo que el partido entre Suecia y Holanda se había abierto porque las defensas habían bajado. Luego añadió que no había descendido el nivel de juego de los defensas, sino que lo que habían bajado eran las defensas físicas de los futbolistas. Es decir que nos avisó, en un alarde de analista que no de análisis, de que Mellberg, Larsson, Stam o Robben podían caer fulminados por una gripe.

No contento con esa puntal apreciación que había pasado desapercibida para todos los aficionados y para la Cruz Roja, Michel desplegó más recursos que Merlín en otra mágica demostración de dominio de los secretos del fútbol y sus reglas. Aseguró que el árbitro no añadiría mucho tiempo porque los jugadores estaban cansados, estrenando así la norma de la compasión: va el colegiado, consulta a jugador por jugador, y si los ve con la lengua amoratada por los esfuerzos, da por finalizado el duelo. Si España se fue a casa, ¿por qué siguen ellos en Portugal? Con el placer que sería escuchar los encuentros en silencio, sin esta pareja en continuo fuera de juego y de pudor.