—¿Cómo consigue un aragonés ser director de un circuito en casa y, además, en el mejor momento de la historia del motociclismo español?

—Me formé en Zaragoza y estudié allí ingeniería industrial, pero como en Aragón no había nada de motos, que es lo que más me gusta, me tuve que ir a Barcelona a buscarme la vida.

—¿Ha sido casualidad o era una oportunidad que usted estaba buscando?

—Estaba buscado con mucho interés y mucho ahínco durante toda la vida. Soy ingeniero industrial mecánico, diseñador de máquinas y vehículos y experto en motores. Esto me encanta, es por vocación.

—¿Estudió pensando en trabajar en un futuro en el mundo del motor?

—Motos, motos, motos... Solo motos.

—¿Viene de tradición familiar?

—Sí. En mi casa siempre nos han gustado las motos, aunque a mí como ingeniero me gusta construir y fabricar motos.

—¿No ha estado ligado a otros sectores?

—Cuando fui a Barcelona tenía trabajos industriales. Estuve en la Damm, en Temoinsa fabricando trenes... Al principio intenté trabajar en Derbi, pero no era nada fácil. Para llegar a eso utilicé las carreras. Empecé a trabajar en equipos del Campeonato de España en el año 2000 y un día me encontré en un semáforo a Gigi Dall’Igna, ingeniero italiano. Bajé la ventanilla y le dije: «Gigi, quiero conocerte y quiero conocer el departamento de carreras». Al principio se quedó sorprendido, pero luego le expliqué que estaba trabajando en un equipo del Campeonato de España. «Vale, vente mañana y te lo enseño», me dijo. Fui y me ficharon como jefe de proyecto de fábrica en Derbi para hacer motos de calle orientadas a carreras.

—¿Cómo entró en el Mundial?

—Después de dos años en Derbi, me ofrecieron un trabajo en BQR, un equipo en el que estaban Tito Rabat, en 125 cc, y Arturo Tizón, en 250 cc. En el 2007 pasé al Repsol Honda de 125 cc y luego estuve como telemétrico de Yuki Takahashi, que mejoró mucho en poco tiempo. Allí era el único europeo entre japoneses, una experiencia única.

—Antes de llegar a Motorland, ¿qué significaba para usted este circuito?

—Un sueño. Yo tuve que irme de Aragón porque aquí no teníamos nada relacionado con las motos de competición. En el 2007 me llamaron de la Universidad de Zaragoza porque era el único ingeniero de aquí que estaba trabajando en el Mundial de motociclismo y me ofrecieron colaborar con proyectos que se iban a desarrollar aquí. Por aquel entonces se estaba empezando a construir este circuito. Me llamó Javier Castany y colaboré con él porque me parecía superinteresante lo que se iba a hacer, pero, claro, yo no sabía en ese momento que iba a acabar dirigiendo Motorland. Era como poner piedra. Un ladrillo, otro ladrillo...

—¿Cómo ve aquel sueño diez años después?

—En estos años lo he visto crecer y he comprobado el trabajo tan profesional que se ha hecho aquí. Yo estaba muy orgulloso de Motoland, pero no pensaba que iba a acabar aquí. Sigue siendo un sueño. Antes proponía proyectos que se podían hacer en Motorland, pero ahora soy el gerente y puedo utilizar las herramientas para llevar a cabo todos aquellos proyectos que tenía.

—¿Tiene algún proyecto metido entre ceja y ceja?

—Tengo muchos, pero ahora lo más importante es ayudar a Technopark a que haya empresas y se genere empleo allí. Necesitamos que haya gente trabajando aquí todos los días y no solo en los eventos deportivos. Queremos tener puestos fijos aquí. Con los eventos viene mucha gente, pero también se va.

—¿Qué se puede mejorar?

—A nivel de organización y trabajo interno, es un sitio muy bueno, con gente con mucha experiencia. En cuanto a las pruebas deportivas, ya sabemos que tienen ciclos de vida y hay un momento que algunas hay que reinventarlas. Algunas van evolucionando, pero otras hay que cambiarlas.

—¿Por qué no enganchan tanto pruebas como las Superbikes o las World Series?

—Cada prueba deportiva hay que entenderla de una manera diferente. La MotoGP es espectáculo, con presupuestos muy altos y estrellas mediáticas. Las Superbikes es un campeonato de motos derivadas de calle y está enfocado a un público muy diferente, que se fija más en las motos que en los pilotos. Y las World Series yo lo veo más como un evento familiar, con actividades para los niños y mucho ambiente en una jornada de puertas abiertas.

—¿Se trata de renovarse constatemente?

—Claro. También en cuanto a ocupación hay que buscar clientes estratégicos que nos den cada vez una entrada mayor económicamente. Aquí el dinero no es siempre lo más importante. Motorland es también un servicio para la comunidad autónoma. No siempre se hacen cosas que dan dinero. A veces hay que pensar qué es importante para la comunidad y para la sociedad aragonesa. No todo es MotoGP.

—¿Qué es lo primero que le piden a un director gerente de Motorland? ¿Qué rentabilice el circuito?

—No hay que olvidarse de que esto es una empresa pública, pero es una empresa y hay que gestionarla. Lo que me piden es estudiarla, organizarla, crear un plan estratégico y hacer la foto de cómo está realmente la empresa para definir la estrategia para los próximos tres años. Vamos a levantar la vista para conseguir objetivos y mejoras en un plazo de tres años, aunque trabajando muy fuerte ya en el calendario del 2018.

—Como empresa pública, Motorland siempre va a estar expuesta a la crítica, a que se le exija rendimiento y rentabilidad. ¿Qué le parece?

—Es lógico que esto sea así. Es una empresa pública que depende del Gobierno de Aragón y todas las personas tenemos derecho a opinar sobre cómo se utilizan los fondos de una empresa pública. Lo entiendo, por supuesto.

—El gran sueño de Motorland siempre ha sido traer la Fórmula 1. ¿Cree que será posible algún día?

—¿Por qué no? Tenemos un circuito que está homologado, aunque el coste de traer algo así es muy elevado.