El circo se está quemando. Una expresión brasileña que queda que ni pintada para el incendio provocado por Neymar. O Neymar padre, para ser precisos, que podría haber sellado un acuerdo con el Paris Saint Germain para el fichaje de su hijo con la escuadra francesa. Aunque el Barça insiste en que Neymar continuará de azulgrana, crece el temor en la entidad de que el delantero acabe yéndose más pronto que tarde.

Y ese pronto sería en unos días, tomando por buenas las fuentes de información que aseguran la marcha inminente de Neymar al PSG porque el progenitor ha pactado ya las condiciones económicas que percibiría el hijo. Y las que se embolsaría él, claro, en una operación muy similar a la que se gestó en el 2011 para que la familia da Silva esquivara al Madrid y regateara al Santos para volar hasta el Camp Nou en el 2013.

El Barça se expresa como una estatua de hielo con el peligro de derretirse ante las llamas, cada vez más cercanas. «Si alguien quiere ficharlo, tendría que pagar su cláusula», aseguró ayer Josep Maria Bartomeu en una entrevista a la agencia Associated Press, tras recordar que Neymar renovó hace unos meses su contrato y que el PSG incumpliría el fair play financiero si decidiera pagar los 222 millones que cuesta la libertad del jugador. Desde un punto de vista, es ahora o nunca. La cláusula ascenderá a 250 millones a partir del 2018. Neymar firmó hasta el 2021 y cobró incluso una prima de renovación para satisfacer los requerimientos de la familia.

El circo se quema, dicen en Brasil. Y lo ven quemar desde muy lejos. Desde Qatar, que ahora ya solo defiende los colores azulgranas del PSG. El Barça quedó atrás. La posibilidad de decidir la marcha de Neymar sin negociar complace a las autoridades de aquel país, que decidieron irrumpir en el mundo del fútbol imponiendo la dictadura de un pozo sin fondo de dinero.

Qatar Sports Investment entró de la mano de Sandro Rosell en Europa para establecerse en el Barça. El potencial económico del país está fuera de duda. Qatar sabe que la condición prioritaria es sufragando 222 millones. «Ahora mismo es imposible que alguien pague la cláusula sin romper el fair play financiero», insistió Bartomeu, como si no estuviera en sus manos retener al jugador.

La pelota está en los pies de Neymar. Primero del padre, director en la sombra de la carrera del hijo, y poli malo en esta película. El júnior pone la sonrisa y se muestra risueño, indiferente al ruido de la cacharrería, aunque en algún momento tendrá de hablar. Más que hablar, que no lo hace ni para acallar el alboroto,tendrá que decidirse.

El sano propósito del progenitor persigue que el delantero sea el número uno del mundo. Algo que difícilmente se producirá jugando al lado del propitario del número. Leo Messi es un tapón para el brasileño, que solo vuela jugando con la seleçao.El Barça dice que Neymar no se irá, y las voces que defienden lo contrario -el canal Esporte Interativo anunció en Brasil que Neymar ni siquiera volvería tras la gira- esgrimen que el club quiere ganar tiempo para tener atados los fichajes antes de pasearse con un cheque de 222 millones como hizo Joan Gaspart con uno de 10.000 millones después de perder a Figo en el 2000.