Avelino estaba en su hotel. Todavía le duraba el cansancio. Había tenido que viajar de urgencia a la ciudad capitalina de Asunción por temas futbolísticos. La directiva zaragocista creía tener cerrado el fichaje de Arrúa, pero surgieron unas complicaciones que hacían peligrar una contratación con aire despampanante. «Teníamos que actuar. Me enteré de casualidad que el Atlético de Madrid había cerrado un pacto secreto con Nino mientras nosotros habíamos alcanzado un acuerdo con Cerro Porteño», rememora el expresidente José Ángel Zalba. El secretario técnico voló advertido de que podía tratarse de una operación cargada de problemas. Simples advertencias, pensaba. De pronto, sonó el teléfono de la habitación. Era la primera llamada.

Con cierta suspicacia descolgó el teléfono. Se pronunció una voz adusta: «Si te llevas a Arrúa no saldrás vivo de Paraguay». Avelino colgó con fuerza. Quedó petrificado por la gravedad de la situación. Estaba solo en un territorio desconocido y, además, su persona ya era de sobras conocida para los hinchas de Cerro Porteño, conscientes de que un español quería arrebatarles a su ídolo. Por aquel entonces Nino Arrúa no solo era el líder de una de las mejores generaciones de ‘El Ciclón’. Era un referente nacional. «Nino era un ídolo. Decidió volver a Cerro Porteño después de sufrir una estafa cuando pensaba que iba a firmar por el Nancy francés. El fichaje no se dio por el contrato infrahumano que le ofrecieron y cuando regresó los aficionados organizaron una fiesta. Le querían con locura y sabían que su marcha dejaría un vacío insaciable», comenta el periodista e historiador paraguayo José María Troche.

Tras un susto que se presumía circunstancial, Avelino se dirigió a las oficinas de Cerro Porteño para reunirse con el presidente del club, Don Angulo Gerónimo Gastón. El mandatario mantenía el acuerdo alcanzado con Zalba por el astro paraguayo y reconocía no dar validez al precontrato que mantenía el futbolista con el Atlético, aunque era indispensable que convencieran a Nino para poder firmarlo. En plena vorágine, el secretario técnico recibió la segunda llamada. Fue una voz distinta que disparó el mismo mensaje.

La preocupación por la situación era inevitable. Parte de la directiva blanquilla estaba un tanto nerviosa por las noticias que llegaban desde Asunción. Aunque esta tesitura tétrica terminaría por resolverse gracias a los vínculos de la entidad con el máximo organismo del fútbol paraguayo. Estos incidentes fueron puestos en conocimiento del yerno del dictador paraguayo Alfredo Stroessner, Humberto Domínguez Dibb, que además era el presidente de la Asociación Paraguaya de Fútbol. Alguien de gran peso a nivel estatal, cuya vinculación con el régimen le proporcionó a Avelino Chaves dos guardaespaldas privados para garantizarle su seguridad durante su estancia en suelo sudamericano.

Mientras sucedían todos estos episodios, la familia de Avelino disfrutaba plácidamente del verano. Estaban en la piscina cuando su mujer recibió un ejemplar del periódico Zaragoza Deportiva, cuya portada alertaba del peligro que corría Chaves en Paraguay. Casi se desmayó del susto ya que no estaba al corriente de la situación. La noticia corrió por toda la ciudad. Desde fuera existía cierto morbo por ver qué sucedía en esta historia tan atípica. Todavía quedaba trama. Faltaba convencer a Nino Arrúa, que estaba concentrado con su selección para preparar las rondas eliminatorias de la Copa del Mundo de 1974.

El traje de Armani

Avelino se desplazó al hotel en el que estaba el combinado nacional. Fue a sabiendas de que ningún jugador podía recibir visitas. Se presentó en las instalaciones impecable: vestido con traje de Armani, su clásico maletín de cuero donde guardaba los documentos y acorazado por los guardaespaldas estatales. Los guardias quedaron impactados ante esa puesta en escena. Tras leer su documentación le espetaron un ‘Adelante, Dr. Chaves’. Esta consigna se hizo habitual en sus visitas a Sudamérica, ya que en esa geografía se aplica el ‘Doctor’ a aquellas personas con estudios pertenecientes a una clase social alta. Su apariencia le permitió esquivar la seguridad y así estar cara a cara con el 10 de Paraguay.

El secretario técnico del Real Zaragoza quería conseguir que Nino se deshiciera de aquel precontrato con el Atlético de Madrid. Después de contarle sus condiciones contractuales aseveró que el presidente del club rojiblanco, Vicente Calderón, le quería fichar para cederle o dejarlo en el banquillo. «En cuanto se enteró de eso dijo ‘¡ah, ni hablar! Voy a España para ser titular’. Así le persuadimos para que se decidiera por nuestra propuesta», comenta Zalba. Al club madrileño no le sentó bien este rechazo. No pudieron olvidarse de él, puesto que intentaron ficharle otra vez años después, aunque de nuevo sin éxito.

Asunción acababa de ser testigo de uno de los fichajes de mayor pedigrí en la historia del club zaragocista. Esta operación dejó una cordial relación entre la directiva del Real Zaragoza y varios miembros de la familia Stroessner. De hecho, el yerno del dictador viajó hasta la capital de Aragón para conocer la ciudad, visitar La Romareda y ver jugar a Nino Arrúa con la camiseta del león.