Nació en Argentina, pero emigró a Paraguay muy joven. Empezó como albañil, pero antes de cumplir la mayoría de edad ya había debutado como profesional en el Club Nacional de Asunción, donde jugó hasta 1993, cuando se marchó al Argentinos Juniors. Ahí estuvo hasta 1994, cuando fichó por Boca Juniors, donde nació el Toro, apodo definitorio de una forma de jugar al fútbol. Un año más tarde se marchó al Independiente de Avellaneda y de ahí al Real Zaragoza, con el que debutó en 1997 y jugó cinco temporadas. En el 2001, un centro suyo cabeceado de forma magistral por Aguado abrió el triunfo en la final de Copa ganada al Celta en La Cartuja. Ese título figura en su palmarés junto a una Supercopa sudamericana y una Supercopa de España con el Deportivo. Al año siguiente, el equipo descendió, bochorno incluido, en Villarreal y se marchó al Deportivo, que lo cedería después al Elche y luego al Al Ain árabe. Regresó a Argentina para jugar en el Rosario Central y después recaló en el Olimpia de Asunción. Tras un tiempo inactivo, en 2009 fichó por el Rubio Ñu de Primera División de Paraguay y pasó por varios clubs más del país para prolongar una carrera a la que puso fin hace poco más de un año en el 22 de setiembre, de la Tercera paraguaya.

-El próximo día 27 cumple 47 años pero hace apenas uno que se retiró. ¿Por qué decidió prolongar tanto su carrera?

-Es verdad. Hace apenas un año y tres meses que decidí colgar las botas, pero es que realmente todavía tenía ganas de jugar. Sentía que el final iba a llegar pronto, pero quería disfrutarlo al máximo mientras tanto. Me divertía mucho y siempre me ha encantado hablar con los compañeros y las concentraciones. Además, tenía la suerte de que el físico me respetaba porque tampoco he sufrido lesiones importantes en mi carrera y por eso trataba de seguir jugando. No planeaba cuándo iba a ser el final. Quería disfrutar.

-Compartía vestuario con chavales que podrían ser sus hijos…

-Así es. Estaba con criaturas de 18 o 20 años, pero para mí era una satisfacción enorme y un orgullo estar entrenando y compitiendo con chicos que, es cierto, podrían ser mis hijos. Me llenaba mucho poder jugar con ellos y me hacía una gran ilusión. Incluso creo que me fortalecía.

-¿Lo echa de menos?

-Se extraña, sí. Pero ahora estoy disfrutando de otra cosa: de estar más con la familia y de tener más tiempo libre. Es cierto que se echa mucho de menos el césped, los partidos y la previa pero ahora sí puedo centrarme más en cosas que no podía disfrutar tanto cuando jugaba.

-¿Y qué hace ahora?

-Soy asistente técnico de Pablo Caballero en Independiente de Campo Grande, un club de Primera en Paraguay. Además, estoy en la selección sub-20 con la que estamos preparando los Juegos Panamericanos en Lima, para los que ya hemos asegurado plaza.

-Atrás queda una carrera plagada de éxitos, con experiencia en grandes Ligas europeas y una dilatada trayectoria en la selección paraguaya…

-Estoy satisfecho por lo que el fútbol me ha dado. Guardo un buen recuerdo de cada club en el que estuve y creo que también la gente se acuerda de mí con agrado. Eso es lo importante, que la gente te recuerde como ser humano y como persona más allá de lo que fuiste como futbolista. Desde luego, para mí supone una gran satisfacción mantener el contacto con gente de Zaragoza o La Coruña y que te recuerden como persona. Eso tiene mucho valor.

-¿Le quedó alguna espina clavada?

-No, estoy satisfecho con mi carrera. Por desgracia, con el Zaragoza no fue bien al final por el hecho de que me tuve que marchar, pero estoy satisfecho de todo lo que pude dar. Porque lo entregué todo en cada ciudad donde creo que he dejado un poco de huella. Es cierto que a todo el mundo le hubiera gustado jugar en un club aún más grande, pero estoy muy contento con mi carrera.

-No hay muchos futbolistas que puedan presumir de haber jugado tres Mundiales…

-Representar a tu país en un Mundial es lo máximo para un futbolista y también pude hacerlo en fútbol playa después. Era mi camino y espero haberlo recorrido de la mejor manera.

-¿Quién le dio la primera pelota?

-Mis padres. A ellos les debo ser lo que soy y llegar hasta donde he llegado en el mundo del fútbol.

-¿Y quién le puso el apodo?

-Eso fue cosa del periodista de Radio Mitre, Alejandro Fantino. Creo que con él quería referirse a mi fuerza y manera de correr.

-¿Con qué soñaba cuando empezó?

--Mi sueño era llegar a ser un jugador de Primera División y poder acudir con la selección paraguaya. Por fortuna, he logrado que se hiciera realidad todo lo que soñé.

-¿De qué se siente más orgulloso?

-Como ya le dije, me queda una sensación de satisfacción por todo lo que el fútbol me ha dado y lo que yo pude darle. Por supuesto, también de vestir la camiseta de mi país, pero de lo que más orgulloso estoy es de mi familia, que es lo primordial para el triunfo.

-¿Cómo se fraguó su fichaje por el Real Zaragoza?

-Yo estaba en Independiente y fue Pedro Herrera, que entonces era el secretario técnico de la entidad, quien hizo la negociación con Independiente para llevarme al Real Zaragoza. A los pocos días ya estaba en La Romareda dispuesto a emprender mi primera aventura en Europa.

-¿Qué sabía usted del club y de la ciudad? ¿A quién pidió información?

-La verdad es que poco sabía de la ciudad. Pregunté y hablé mucho con Kily González y Gustavo López, y ambos influyeron mucho para que fuera el Zaragoza.

-Aquí estuvo cinco años. ¿Fueron los mejores de su carrera profesional?

-Sí, la realidad es que fue una gran etapa en mi carrera, sin duda.

-Conquistó una Copa del Rey, la conseguida en La Cartuja ante el Celta. ¿Cuál es el primer recuerdo que le viene a la mente de aquel logro?

-¿Sabe? Lo primero que sigo pensando cuando recuerdo aquello es que nos hicimos con un título para el que en absoluto éramos favoritos. Para nada. Lo era el Celta y apenas nos concedían opciones, pero fue el Zaragoza el que logró esa Copa.

-¿Por qué cree que se ganó aquella final?

-Lo tengo claro. Fue el gran grupo de compañeros y amigos que teníamos en el vestuario lo que nos hizo sacar adelante aquel partido en el que, además, fue el rival el que marcó primero, pero pudimos remontar.

-Luego, a la temporada siguiente, llegó lo peor, el descenso. ¿Qué pasó?

-El destino. Hay cosas en el fútbol que no tienen explicación porque teníamos un buen plantel, pero las cosas no se hicieron bien y el equipo acabó en Segunda, lamentablemente.

-¿La situación de La Romareda gritando contra Txetxu Rojo y pidiéndole que fallara aquel penalti ante el Villarreal es la situación más surrealista que ha vivido como profesional? ¿Cuánto duele algo así?

-Sin duda. Fue una situación surrealista y también muy incómoda, pero uno es profesional y se debe al club. Yo solo tenía que pensar en marcar ese penalti y ayudar a mi equipo a ganar ese partido.

-¿El vestuario estaba con Rojo?

-Sí, siempre hubo respeto hacia el entrenador, pero los resultados no nos acompañaban.

-Y El Madrigal, donde se consumó el primer descenso del Zaragoza después de muchos años. Y aquella imagen de usted persiguiendo a un aficionado. ¿Cómo lo recuerda? ¿Se arrepiente?

-No, no me arrepiento y lo volvería a hacer porque defendía a mis compañeros. No es la mejor imagen de un futbolista, pero no estoy arrepentido. Pasó y ya está.

-Luego fichó por el Deportivo, que le despidió por ineptitud sobrevenida y que luego tuvo que indemnizarle. ¿Quién fue el responsable de aquella definición?

-El abogado del club. Eso lo tengo claro.

-¿Qué aprendió en el Zaragoza y qué le enseñó usted al Zaragoza?

-En el Zaragoza aprendí muchas cosas y guardo un gran recuerdo, pero creo que lo que más hizo por mí fue enseñarme a crecer como futbolista y también como persona.

-¿Con quién mantiene contacto actualmente?

-Con varios compañeros, Xavi Aguado, Santi Aragón y algunos más.

-¿Sigue al equipo? ¿Qué le parece?

-Sí lo sigo, pero no mucho, aunque siempre estoy pendiente de cómo le va al Zaragoza. Sé que no lo está pasando bien pero confío en que todo pase pronto y vuelvan los buenos tiempos. Lo deseo con todo mi corazón.

-¿Sus planes futuros pasan por entrenar? ¿Le gustaría hacerlo al Zaragoza?

-Ahora mismo estoy en el cuerpo técnico de la selección de menores de Paraguay, un cargo en el que estoy disfrutando muchísimo y sería un sueño dirigir al Zaragoza. Ojalá pueda darse algún día.

-¿Ha cambiado mucho el fútbol desde que usted estuvo aquí hasta la actualidad?

-No, no ha cambiado mucho. Algunas cosas van evolucionando pero pocos cambios. La esencia sigue siendo la misma y, aunque poco a poco se van introduciendo tecnología y otras herramientas, esto sigue tratándose de lo mismo. Gana, al fin y al cabo, el que más goles marca.