Es poco habitual hoy en día, mucho menos en el mundo del fútbol, encontrarse con personas capaces de hacer autocrítica, de reconocer sus errores, hasta sus defectos. Víctor Muñoz lo hizo ayer, en un acto de valentía, de integridad y honestidad. Es evidente que al técnico se le han puesto tantas trabas como defectos tiene, y nadie le podrá reprochar el valor que demostró ayer en la rueda de prensa de su despedida. Por orden, se culpó el primero, no solo por sus palabras de Soria sino por su falta de cintura con los propietarios. Después, elogió a Martín González y a sus futbolistas y explicó claramente, con sinceridad, las malas relaciones que ha tenido con los rectores del club, razón primera y última de su destitución.

Víctor Muñoz comenzó así su comparecencia: "Nunca he leído un texto, pero hoy es un día especial y no quiero dejarme nada. Al terminar, no questions". Y empezó a leer, con el perdón por delante: "Lo primero que quiero hacer es pedir disculpas a los medios de comunicación y a cualquier persona que se sintiera ofendida por mis declaraciones en Soria. Me cuesta explicar la reacción tan fuera de lugar y tan irrespetuosa que tuve. Estaba muy caliente y alguien me preguntó por los gritos de 'Víctor, vete ya' de una minoría. Aunque ni yo mismo me lo había planteado, un amigo me dijo que la razón de mi reacción fue lo que había escuchado en el partido. Nunca me habían gritado que me fuera de mi casa, del Real Zaragoza. Aquí nací y crecí, y aquí comencé a ser quien fui. Pero reitero mis disculpas".

El técnico recordó que sus retornos a La Romareda siempre se han producido en momentos apurados para el primer equipo, "pero por fortuna casi siempre tuvimos momentos de alegría", especialmente los de los títulos: la Copa y la Supercopa del 2004. Aun así, el técnico recalcó que incluso en los momentos "más delicados siempre he sido feliz entrenando al Zaragoza, el equipo de mi vida".

Víctor recordó también el momento en que decidió regresar al Zaragoza por última vez. Pese a la presencia de Agapito Iglesias, el técnico dio un paso adelante para ayudar a su equipo en los momentos más difíciles de su historia. "El Zaragoza era el único equipo que estaba dispuesto a entrenar en Segunda División. Cuando vine, amenazaba muy seriamente con irse a Segunda B. Salvamos ese reto y luego llegó el momento más delicado, en el mes de julio. Yo tenía contrato y me apetecía seguir entrenando y poder cumplir mi gran sueño: devolver al Zaragoza a Primera, donde le corresponde, entre los grandes del fútbol español. Pero desde el primer instante, para los nuevos propietarios fui una persona incómoda, molesta. Ellos no me habían elegido como entrenador y no era santo de su devoción. Lo que pasa es que tampoco tenían una coartada muy clara para cesarme".

En cualquier caso, afrontó el reto con la intención de devolver al Zaragoza la grandeza pasada. "No era un desafío sencillo, pero yo estaba dispuesto a poner todo de mi parte para conseguirlo. En ese momento, incluso los nuevos directivos decían que no había que pensar en el ascenso tan a corto plazo". Después, ya se sabe, los propietarios sí han hablado de que el objetivo del Zaragoza esta temporada es el ascenso.

El aragonés quiso dejar fuera de su destitución al director deportivo. "Quiero subrayar a un gran profesional como Martín Gonzaléz y zanjar cualquier duda sobre su responsabilidad en mi salida del club", dijo Muñoz, que insistió en "la falta de sintonía" con los nuevos propietarios, "basada en prejuicios mutuos que no supimos destruir". "Nunca hicimos intentos para establecer algún tipo de complicidad. Tengo que hacer autocrítica porque me faltó cintura".

LA DIMISIÓN Víctor desveló un aspecto desconocido: "Unos días antes de empezar la Liga, al advertir esa falta de sintonía, les dije que ponía mi cargo a su disposición y que me iba sin cobrar absolutamente nada. Eso es algo que nunca se ha contado, pero fue así. Entonces no tenían una coartada clara y no aceptaron".

La excusa para su despido, según Muñoz, la hallaron en su comparecencia de Soria: "Admito que infravaloré la complicidad con los propietarios, que estaban esperando encontrar esa coartada para despedirme. El sábado por la noche se lo puse en bandeja y no me cansaré de pedir disculpas".

Víctor tuvo buenas palabras también para sus futbolistas en el momento de su adiós. "Si en agosto, cuando jugamos en Huelva con tres juveniles en el equipo, nos dicen que el 25 de noviembre íbamos a estar a un punto de la promoción, habríamos dado saltos de alegría. He de reconocer que en este tiempo me he encontrado con una plantilla implicada y comprometida, con una actitud maravillosa. Estoy convendido de que se pueden hacer grandes cosas", admitió el entrenador aragonés, que terminó la rueda de prensa dejando un claro mensaje: "Desde ahora vuelvo a ser un zaragocista más. Aúpa el Zaragoza".