Nada tiene que ver ya la defensa del Real Zaragoza con la de la pasada temporada. Mucho menos con la de la anterior, o la de más allá. La salida de Jesús Valentín supone la desaparición total de los zagueros que conformaron la línea defensiva del 2017. Ya se sabe cómo acabó aquello. Se ha echado poco de menos. Con el tiempo, ya fuese el de Milla, Agné o Láinez, da escalofríos recordar los hombres que defendieron al equipo aragonés: Isaac, Fran, Marcelo Silva, Popa, Cabrera, Bagnack, José Enrique, Feltscher, Casado y Jesús Valentín. Este último fue quien llegó en invierno para tratar de arreglar los errores del verano. Es quien ahora se va sin haber enseñado las virtudes que se le anunciaron con el balón en los pies. Su marcha y la llegada de Perone dejarán cuatro centrales de perfil similar.

Se pensó que Valentín daría presente y futuro, se le puso la etiqueta de titular durante la pretemporada y el canario asumió galones, o debió hacerlo, una vez sabido que del último curso quedaban cuatro gatos. Los bolos estivales, con errores desproporcionados, pusieron al técnico en alerta. Aun así lo aguantó en las dos primeras jornadas de Liga. Un error en cada partido, ante el Tenerife y el Granada, supusieron dos goles en contra y solo un punto a favor de los primeros seis que se pusieron en juego. Natxo González lo sentó y, salvo algún minuto suelto, ya no se volvió a saber nada más de él en la Liga.

Los problemas se le acumularon al Zaragoza bien pronto en el centro de la defensa, donde se fueron reproduciendo los disparates en todos y cada uno de los centrales. A Zalaya lo eliminaron rápido de la foto al entender que sus características físicas no se adaptaban al fútbol necesario en Segunda. Después hubo pruebas e intercambios entre los tres que quedaban. Las lesiones y sanciones le hieron la rotación casi inevitable a Natxo González, que parece haberse estabilizado con los dos hombres que empezaron la Liga, Grippo y Verdasca.

El Zaragoza ha dejado su portería a cero en cinco de las últimas nueve jornadas, lo que le ha supuesto una sensible mejora en las cifras. Dicen los zagueros que han cambiado, sobre todo, los conceptos defensivos del equipo. Se refieren, claro está, a que el grupo está más trabajado, a la inclusión de tres hombres de posición en la medular, donde Eguaras ejerce ahora de ancla en solitario, arropado por Ros y Zapater (o Guti) en los costados del rombo. Así lo explicó ayer Diogo Verdasca: «Hemos entrenado más la defensa y hemos trabajado la presión. Es la clave para defender mejor y no recibir goles», dijo el luso, el central más joven pero que ha terminado por ser el que más encuentros ha jugado.

Grippo fue el más titular desde el verano, ofreciendo seguridad, concentración y agresividad. El paso de los partidos, la llegada de Mikel González, y algún contratiempo físico, puso en duda su fútbol. Se ha recuperado en los últimos encuentros, con menos fisuras individuales.

Falta por saber qué ocurrirá con el regreso del donostiarra, que ya se ha vuelto a entrenar después de su última lesión, y a quién elegirá Natxo González una vez se asiente Bruno Perone. Son, quizá, cuatro centrales demasiado parecidos, así que el entrenador deberá afinar sobre el momento físico o anímico en cada momento. El reto, no obstante, no varía: «No encajar goles te deja más cerca de ganar», dijo Verdasca, que explicó la repercusión que tiene sobre el equipo la portería a cero: «Jugamos con más confianza», asegura el bisoño, uno de los responsables de que no quede ni rastro de la defensa del 2017.