Anda el ambiente revuelto después de esas dos derrotas que han estampado al equipo contra otra realidad. Hubo un momento que se pensó que había despegado, directo e incontenible, en dirección hacia el cielo del fútbol español. Pareció haberse encontrado sistema y nombres, hasta un once vieron algunos. Y resultados, desde luego, con cinco victorias y un empate en seis partidos. Faltaba el juego, como bien se advirtió, que ahora tanto echa en falta. Al Zaragoza, dicen, le han cogido el truco. Algo de eso hay, está claro. También ha subido el nivel de los rivales, han fallado algunas piezas al parecer insustituibles y ha desaparecido así, zas, de golpe, ese Zaragoza sólido que fue capaz de jugar con candado. A partir de ahí, no se debe olvidar, cimentó su buena racha, con la puerta bien sellada y el alma dispuesta al combate. En el vértice opuesto no hay problemas, se entiende. Tiene gol. Si no de sobra, más que suficiente.

El equipo ha sido capaz de marcar en todas las jornadas menos en el debut liguero en Huelva, un dato que habla de su fiabilidad en cuanto a pegada. De ahí debería nacer el análisis prudente y frío, más alejado del fuego que dejan las derrotas. Se diría entonces que el plan ofensivo funciona, apoyado sobre todo en la diversidad de goles conseguidos.

Los problemas llegan cuando al equipo le quitan el espacio, cuando le regalan el balón. Se pierde, se disuelve, si no puede ejecutar su estrategia de robo en tres cuartos y contra rápida. Solo le queda ese juego directo, mucho más previsible, que salta líneas para nacer en las cabezas de Borja Bastón, Willian José o Javi Álamo. Al no tener patrón ni futbolistas para gobernar los partidos, sus defectos se agudizan. La consecuencia, asumido que no se prueban alternativas, deja un equipo largo, frágil.

PLANES Y SISTEMAS

Pero sí hay un plan B. Por ejemplo, el de Galarreta, desfigurado en el mediocentro desde hace jornadas. Su inclusión unos metros más adelante daría al Zaragoza otro aspecto. Se ganaría en último pase, por supuesto, pero también en la elaboración. Sobre todo, daría peso futbolístico y volumen al centro del campo, el lugar donde está perdiendo las grandes batallas. Se lo enseñó el Tenerife, que por ahí le dio un meneo que acabó por destruirlo, árbitro al margen.

Faltaría por elegir al compañero de Dorca en la medular, además de la pieza sacrificada. Si se quiere compactar esa zona, es obvio que el futbolista inmolado sería un delantero --si es que se lo puede permitir--, normalmente Willian por aquello de que Borja está en fase de idilio. Detrás, por contraponer, parece Tierno el que más ayudaría en la circulación y Basha el que permitiría a Dorca soltar amarras, aunque eso se acercaría más a un 4-1-4-1, esquema poco probable en la cabeza de Víctor.

Con todo esto, Galarreta tendría más protagonismo y el Zaragoza sería más imaginativo, menos previsible. Claro que perdería la energía y potencia de Willian, y su mando aéreo. Impensables otras opciones como la de los tres centrales, habría beneficio en las bandas, que encontrarían una sociedad más asociativa. Lo será, desde luego, con Pedro, que es más centrocampista que sus compañeros y que, por cierto, también ha jugado en esa mediapunta referida a Galarreta. Y Jaime. Y Eldin. Hasta Tato.