Nadie contaba con ellos. Ni siquiera ellos mismos soñaban con llegar hasta donde lo han hecho. Se suponía que iba a ser una temporada de transición y el objetivo era avanzar en la formación de los futbolistas, competir y completar una temporada digna. Pero el Real Zaragoza juvenil no solo ha superado cualquier expectativa sino que ha hecho historia al proclamarse, por primera vez, campeón de España tras haber conquistado la Liga. Con apenas unas pocas horas de sueño tras la descomunal gesta, los héroes llevaron ayer la Copa a casa. A La Romareda. Al hogar donde sueñan jugar mañana. Y, ya se sabe, a este equipo se le da bien convertir los sueños en realidad.

El trofeo accedió a La Romareda de la mano de Javi Hernández, el primer capitán. Superado el susto del penalti fallado en la tanda, el canterano luce en su labio la marca de la batalla en forma de puntos de sutura. «Cosas que pasan en los partidos. Lo importante es que ganamos», sonríe. En realidad, admite que no ha dejado de hacerlo desde que Azón paró el lanzamiento decisivo. «Era un sueño y lo hemos conseguido con mucho trabajo. La alegría es inmensa. He visto lágrimas, emociones desbordadas, descontrol... momentos maravillosos». Un cúmulo de sensaciones que provoca que «todavía no somos conscientes de lo que hemos conseguido. Tenemos a mucha gente detrás y esto va por todos ellos».

A escasos metros aguarda Francho Serrano. Pieza esencial del engranaje zaragocista. El eje. El timón. El rumbo. «No se puede describir lo que siento. Nadie pensaba que podíamos conseguir esto y no existen palabras que puedan explicarlo», admite. Incapaz de contar la cantidad de felicitaciones recibidas, el mediocentro se congratula de haber devuelto la ilusión a un zaragocismo que acumula años de sinsabores y desazón. «El primer equipo no nos está dando alegrías pero hemos conseguido devolver la sonrisa a la gente gracias al trabajo y al apoyo de mucha gente. Eso nos enorgullece muchísimo», asevera.

Y los sueños no se detienen. La palabra Champions irrumpe cada poco tiempo en la boca de cada uno de ellos. El reto es tan mayúsculo como precioso. «Dejaremos al Zaragoza lo más alto que podamos. La Champions es el premio máximo y algo de lo que tampoco ahora somos conscientes. Aún no nos creemos lo que hemos hecho», admite.

La gloria recompensa a un equipo que ha hecho de la unión una filosofía de vida. «En el campo tampoco nos separamos nunca. Siempre juntos, como fuera de él», dice Francho. «Somos un equipo y todos sabemos lo que conlleva llevar este escudo en el pecho», añade.

Tampoco Puche es capaz de encontrar palabras para describir semejante sentimiento. El delantero, que indicó el camino a la gloria con un golazo ante el Celta en semifinales, admite que, cuando Azón detuvo la pena máxima, «nos invadió una alegría indescriptible». Como en cuartos, él había empezado en el banquillo, pero su aportación fue clave para el triunfo final. «Pero es que en este equipo no hay titulares ni suplentes. Trabajamos todos y no importa si juegas un minuto o setenta. Fue eso lo que nos llevó a ganar. Cualquiera pueda jugar y hacerlo igual de bien que otro», asegura.

La Copa del Rey asoma ya en el horizonte. Ese será el siguiente reto para una escuadra que no se cansa de soñar. «Este equipo no tiene techo. Cuanto más lejos seamos capaces de llegar mucho mejor para todos y para el club. Seguimos en una nube y queremos permanecer ahí un rato más».

La gesta tuvo numerosos héroes. Azón detuvo la pena máxima decisiva después de que otros compañeros hicieran posible ese momento. Uno de ellos fue Alejandro Vela, que encogió el corazón del zaragocismo al lanzar a lo Panenka su penalti. «Vi que el portero se tiraba mucho a los lados y, además, tenía una gran envergadura, así que no lo dudé. Desde que supe que me tocaba lanzar tuve claro cómo iba a hacerlo». Nada de nervios. Cabeza fría, seguridad y confianza. «Es raro porque suelo ponerme nervioso cuando tiro un penalti pero no fue así el sábado. Me sorprendió estar tan tranquilo. Estaba convencido de que iba a ser gol». Genio y figura.