La vida de Arturo Campos no sería la misma sin la escalada. En sus 31 años vinculado a esta modalidad de los 39 que tiene el zaragozano ha sido de todo. Ha escalado en bloque, en grandes paredes o en la modalidad deportiva. También ha sido docente, árbitro e equipador. Campos es un hombre afable, modesto y se adapta tanto como a las nuevas generaciones como a los escaladores veteranos. "Soy un camaléon. No me veo como un abuelo y me encanta retarme con los jóvenes escaladores. En competicion mi objetivo es divertirme y darle en el morro a alguno de 20 años. Pero llevamos un pique muy sano", dice.

Hace pocos días le llamó por la noche Luis Masgrau, el presidente de la Federación Aragonesa. El dirigente le comunicó que la había sido adjudicado el Trofeo Federación, el premio más prestigioso de la Cena de la Montaña que se celebra el próximo viernes en el Hotel Reino de Aragón. "Fue inesperado. Masgrau me comentó que me lo daban por mi trayectoria". Hombre de acción, tímido y de pocas palabras, reconoce que no es una persona de largos discursos. "Voy a ir a pelo porque no tengo preparado lo que voy a decir", dice Campos.

Lo que es seguro es que junto a todo el mundo de la montaña aragonesa, estará esa noche acompañado de sus más queridos. Allí estará Piluca, su esposa, junto a sus hijos Ada y Hugo. Y también Chema y María José, sus padres. "Le debo todo a ellos", confiesa. Unido toda su vida a la margen izquierda del Ebro, al barrio de Picarral, al Parque de Tío Jorge y al Club de Montaña Pirineos, desde que se inició en el montañismo ha conocido a deportistas de gran altura. Aunque no duda cuando afirma que su maestro es su padre. "De joven no tenía un referente. Chema fue mi primer maestro y el que marcó mi trayectoria. Mis padres fueron los primeros que me sacaron al monte y me enseñaron todo", indica.

Su primer tresmil

Su primer tresmil fue el Monte Perdido. "Lo hice con 12 años desde el párking de Ordesa". Pero mucho antes, a los ocho, conoció la escalada en Morata gracias a sus padres. "Por aquellos años escalaba en las paredes cercanas al tren. Por eso conozco tanto Morata y Riglos". No se hacía escalada deportiva en locales privados y los escaladores se buscaban la vida de otra manera en Zaragoza. "No había rocódromos y la gente iba a entrenar a las paredes traseras del Museo Etnológico del Parque Grande y el Ojo del Canal", afirma.

Fueron años en los que salía a escalar con amigos como Roberto Larripa, Felipe Barrios, Óscar Carnicer... Después, se unieron al grupo los jóvenes como Dani Fuertes y Nacho Fuertes. "Mi mejor momento de forma fue desde los 20 a los 25 años. Llegué a realizar una dificultad de 8c en Vadiello. Entrenaba y trabajaba y no tenía todavía a la familia. Así me cundía más el tiempo". Ha conocido a los grandes escaladores de nivel internacional. Pero el que más le alucina es un aragonés de Daroca. Es Dani Moreno. "Me quito el sombrero con Dani Moreno por lo polivalente que es. A nivel internacional es una referencia a tener en cuenta. Manu Cordoba tiene el mismo estilo", indica.

Siempre fue un escalador casero y apenas se ha desplazado a más de 200 kilómetros de su domicilio. "En la escalada en bloque me gusta ir sin duda a Albarracín. Para escalar con cuerda le tengo mucho cariño a Rodellar y para las vías largas son un paraíso Riglos u Ordesa", explica. No ha salido casi al extranjero. "Aunque no me quiero morir sin escalar El Capitán de Yosemite", afirma.

Con el nacimiento de sus hijos la vida dio un giro de 180 grados. Ahora adapta la escalada a la familia y a su trabajo de bombero forestal de Daroca. "Voy sobre la marcha, a salto de mata y no planifico. La familia y el trabajo te quitan mucho tiempo y sacrifico un día de escalada de dificultad por estar con los niños haciendo una vía ferrata o subiendo un lago". Tiene un físico privilegiado y nunca ha sufrido una lesión grave. Si sigue en esta línea, nunca dejará de trepar. "La escalada es una droga, una forma de ver la vida. En cuanto estoy dos fines de semana sin hacer actividad, me entra el mono. Estas ganas que tengo ahora suplen la falta de horas de preparación", concluye.