Nadie sabe exactamente qué pasó la madrugada del pasado domingo en el interior de la lujosa habitación 701 del hotel Hyatt Regency, pero el resto de la historia es un libro abierto. Aunque las órdenes de la dirección del complejo son estrictas --"el empleado que hable, irá a la calle"--, camareros, guardias de seguridad, músicos y clientes ofrecen una versión orquestada de cómo se inició la relación entre tres llamativas mujeres de color, que ayer tomaron un vuelo de vuelta a casa, y nueve fornidos futbolistas del Leicester, tres de los cuales permanecen en la prisión de Sangonera (Murcia) acusados de violación, allanamiento de morada y omisión del deber de socorro.

Las tres mujeres llegaron el pasado viernes por la noche al Hyatt procedentes de Colonia (Alemania), con ganas de pasárselo bien. Ruth, de 36 años, nacida en Kenia y con pasaporte diplomático; Mariah, de 38; y Beatrice, de 32, ambas naturales de Malagui y pasaporte británico, pasaron las noches del fin de semana en la discoteca Spikes, anexa al hotel. El domingo, el ambiente debió caldearse más de la cuenta. Según una camarera, las mujeres, "vestidas de forma muy sexy", intercambiaron besos y números de teléfono con varios clientes. Por alguna razón, decidieron dar nombres falsos. Muchos hombres se sintieron atraídos por ellas. Sobre todo, nueve jugadores del Leicester City.

Al parecer, el jamaicano Frank Sinclair mantuvo un amigable escarceo con una de ellas. Y el resto de sus compañeros decidieron sumarse a la fiesta. Algo debió de espantar a las chicas, porque hacia las tres de la madrugada optaron desaparecer de repente. En realidad, no habían ido muy lejos. A las 3.30, cuando cerraron la discoteca, los jugadores del Leicester bajaron al Casino, abierto hasta las cuatro de la madrugada. Allí estaban ellas de nuevo, otra vez solas. Y entonces, volvieron a la carga, esta vez con mucho más ahínco. Cuando cerraron el Casino, un guardia de seguridad que los vio salir juntos asegura que ellas iban tan bebidas como ellos. Las risotadas resonaban por los pasillos del hotel y se hicieron mucho más escandalosas cuando, al pie del ascensor, los futbolistas descubrieron que las chicas se alojaban justo en su planta.

Lo que pasó después es lo que trata ahora de esclarecer la justicia española. Las mujeres han declarado que ellas dieron por cerrada la velada y se fueron a dormir. Y que ellos, entonces, forzaron la puerta de la 701 e irrumpieron para agredirlas física y sexualmente.

MUCHAS INCOGNITAS Ellos, en cambio, sostienen que todo fue una trampa, y que las chicas, a las que califican de "prostitutas de lujo" les dejaron entrar de buen grado, de manera que el sexo que hubo fue consentido. Una de ellas presenta una notable cojera, aunque al parecer, la única que fue penetrada, no presentaba ningún signo de violencia. El caso tiene muchas incógnitas. ¿Por qué no dio parte el matrimonio británico que aquella noche dijo escuchar gritos de desesperación de mujeres y jadeo de hombres? ¿Por qué no formalizaron ellas la denuncia hasta dos días después? ¿Por qué no hay en la puerta de la habitación 701 ningún signo de haber sido forzada? ¿De quién son los restos de sangre de la prenda femenina que ellas entregaron como prueba? ¿Está la prensa violando, como asegura el Leicester, el derecho a la presunción de inocencia?

Sinclair, Gillespie y Dickov hace ya dos noches que duermen en prisión. El club ya ha iniciado los trámites para pedir la extradición. Entre tanto, los jugadores tendrán tiempo de reflexionar sobre la moda del roasting , descerebrada práctica británica que consiste en que varios hombres tengan relaciones sexuales con una mujer con o sin su aprobación.