Álvaro Lafuente forma parte de la nueva ola de la escalada aragonesa. Hace pocos días recibió el premio como mejor deportista aragonés de la territorial en la Cena de la Montaña. En chicas se llevó el galardón la esquiadora de Sesué Berta Vigo. Entre familiares, deportistas, técnicos y políticos encorbatados, vestido con una camisa de cuadros y el pelo rasta, Lafuente cogió el micrófono para brindar a sus más allegados el premio. "No me lo esperaba, pero no estaba nervioso. Se lo brindé a mis padres, porque sin ellos, no habría hecho montaña". Expontáneo y desinhibido, el montañero del Club San Jorge también tenía un discurso oculto que reflejaba su espíritu radical. "Me gustó que me dieran el premio, pero la territorial no apoya para nada a los deportistas y ponen muchas pegas de todo", dice.

Estudiante de primero de Medicina y enamorado del chocolate, Álvaro Lafuente es uno de los jóvenes valores de la escalada nacional y uno de los continuadores de las grandes escaladas de Dani Moreno y Manu Córdoba, las grandes figuras aragonesas. Desde muy pequeño Álvaro ha mamado el deporte. En el colegio Tío Jorge practicaba el judo y el baloncesto y a los cuatro años ya hacía esquí alpino en Cerler. "Nos compramos una casa en Villanova y hacía todo tipo de deportes de montaña. Gracias a Pablo y Rosa, mis padres, empecé a escalar en Sesué y Sacs. Con el tiempo me fui con mi padre a Morata y a los ocho años me apunté a la escuela de escalada del Helios", explica.

JUEGOS ESCOLARES

Entonces empezó a competir en los Juegos Escolares. Fue entonces cuando se formó su particular manera de ver la competición. "Al principio hacía unos resultados bastante malos. No me gusta nada competir. Me parece un poco estúpido. No le veo sentido competir contra los demás. A mí me gusta ir a la montaña y estar con los amigos", indica.

Pero empezó a ganar y entró en los Centros de Tecnificación de Escalada y de Esquí de Montaña de la Federación Aragonesa. "Allí estaba para mejorar, aprender y estar con gente de mi edad. Pero eso te exigía ir a las competiciones". Álvaro empezó a coger carrerilla y ganó en Gijón el título nacional de escalada deportiva en sub-16. Tenía 15 años. El año siguiente fue al Mundial en la localidad austriaca de Imst y el Europeo en Génova. "El Mundial fue una experiencia muy buena. Pero la competición fue un desastre para todos los españoles, puesto que nuestro nivel no tenía nada que ver con el internacional".

Lafuente practica todas las modalidades de montaña, incluido el esquí-alpinismo en invierno. Pero reconoce que lo suyo son el alpinismo y las largas paredes. "Mi sueño es ir a la isla de Baffin. Lo veo tan virgen, un sitio donde no va nadie con paredes de mil metros en el fin del mundo que podría realizar una buena aventura. Sin embargo, ahora no me atrae el Himalaya. Me podría quedar con la mitad de neuronas por su gran altura o con un dedo menos", indica.

En los últimos tiempos ha viajado por multitud de montañas del mundo. Este verano estuvo en el Perú donde subió el Tocllarraju, de 6.032 metros, el Alpamayo (5.970 metros) y abrió dos vías. En el Hatum Machai la denominada De dos negros y en Juchuy realizó la Si me tocas, me vengo. También estuvo en los Dolomitas, donde escaló en los grupos del Sella y Arco y en Chamonix subió el Mont Blanc por la Innominata y el Couloir Cheret del Mont Blanc de Tacul. También hizo tres vías en el macizo marroquí de Taghia. Pero sus montañas preferidas están muy cerca de su casa. "Son las paredes de Ordesa. Es un sitio mágico. Me encanta el Libro Abierto. Allí abrimos la via más dificil de esa pared, denominada El Estreno". Con Dani Moreno, su maestro, subió el Pilar del Cantábrico en el Naranjo de Bulnes. "Dani la liberó y a mí se me rompió una roca y me caí 20 metros. Estuvo nominada a los premios de la Federación Española", afirma.