El nuevo proyecto del Real Madrid arrancó con una jornada libre en la que Isco y Marcelo acudieron a entrenar, junto al lesionado Vinicius, en una sesión que ya estaba programada. Zidane lo hizo por la tarde para perfilar el futuro de un madridismo obnubilado con el francés como un devoto medieval ante una aparición mariana.

La división en la que vivía sumida la plantilla con Santiago Solari, entre indiscutibles exhaustos y descartados enfadados, ha pasado a la historia con la velocidad que se oficializó el anuncio del regreso de Zidane. Ahora los debates se construyen en torno a la ilusión de la elaboración de un nuevo equipo para la próxima temporada. Zidane no aparenta llegar con ánimo de reconstrucción total, no se avecina una revolución violenta que se lleve por delante los cimientos del equipo que llevó tres veces al reinado en Europa.

Desde la portería hasta el ataque, el orden establecido en el Madrid ha quedado reducido a cenizas. El técnico francés, que ya apostó con todo por Keylor Navas en su anterior etapa, hasta frustrar el fichaje de Kepa, ahora se encuentra con Courtois por delante de su guardameta predilecto. El pasado fue del tico y el futuro parece del belga, pero ahí reside la primera gran decisión de Zidane.

Las otras elecciones trascendentales deben ser en ataque, comenzando por un Bale que terminó la temporada pasada exigiendo más minutos a un Zidane que todavía no había dimitido y ahora deambula como un zombi para un madridismo que ya le ha dado la espalda. «No diría que Zidane y yo éramos los mejores amigos», reconoció el galés el pasado mes de febrero.

Y siguiendo por un Isco que, desde el banquillo, disfruta ya de un indulto general y una hoja de expediente limpia para pelear un puesto. La trascendencia de Benzema ya se ha demostrado que necesita un aliado para ser concluyente, además del complemento de Vinicius, de lo poco inexorable para el Madrid del futuro. Pese a la contingente recuperación de Asensio para el ataque blanco, la directiva está obligada a echar el resto para renovar la línea más mermada del equipo.

Ya han comenzado a sonar los ecos de los primeros movimientos que se plantea el Madrid, desde una costosa expedición a las Islas Británicas para pescar en la Premier, entre Eden Hazard, Eriksen y el añorado Kane; hasta una visita a París para tentar a Neymar y, o, Mbappé. «Zidane, que es francés, podría hacer algo con Mbappé», bromeó, en una cena benéfica posterior a la presentación, un Florentino Pérez que no se decantó entre las estrellas del PSG: «Prefiero a los dos», respondió para culminar la primera jornada de guiños hacia París.

Sin muchas variantes en defensa, más que la vuelta al primer escalón jerárquico de Marcelo por delante de Reguilón, los problemas del nuevo técnico en la zaga se centran más en el futuro que en el presente, con poco más que exprimir de una plantilla escasa en la posición. El francés ya cedió a un Vallejo que no tiene visos de ser una opción el próximo curso en una posición en la que el Madrid pretende al brasileño del Porto, Militão.

La inexorable apuesta en el centro del campo de Solari, con Casemiro, Kroos y Modric, se atisba también como la predilecta de Zidane, pero su estado de forma es cuestionable y las alternativas son bastante limitadas: desde Valverde o el lesionado Llorente, que no contó nada la temporada pasada, hasta Ceballos, que ya manifestó su descontento en la última temporada del francés: «Zidane cambiaba el sistema para poner a otros jugadores. Hubiera buscado una salida si él hubiera seguido», declaró en septiembre el ex del Betis.