El futuro no está escrito, pero si lo estuviera, de aquí a los Juegos Olímpicos de Madrid 2.012, las medallas de oro en las carreras de larga distancia se las colgará un menudo fondista cuyo nombre, Kenenisa, en su lengua, el amárico, significa rico.

Kenenisa Bekele, Rico Bekele, hace honor al nombre que eligió para él su padre hace 22 años.Ya tiene más títulos que el pequeño-gran Haile Gebrselassie, a quien desposeyó este mismo año, en Junio, de los topes mundiales de 5.000 (12.37.35) y 10.000 (26.20.31). El premio recibido por ello es una fortuna en un país cuya renta per cápita es de 100 euros por habitante/año, resulta inmenso.

En su debut olímpico, Bekele es el máximo favorito para ganar la final de 10.000 de esta noche (21.50, hora peninsular española). Su improbable derrota sería una sorpresa mayúscula. Además, su admirado y rival Gebreselassie está muy tocado del tendón de aquiles.

Esquemas rotos

La debilidad con nombre de mítico corredor griego es el único nubarrón que podría ensombrecer la carrera de Bekele, que sufre el mismo problema que Gebrselassie, aunque atenuado por su juventud. Sus vecinos del Rift, los kenianos, no cuentan. Charles Kamathi es una sombra de lo que era y Ahmad Abdullah Hassan, antes Albert Chepkurui, nacionalizado en Quatar gracias a los petrodólares, ha corrido este año sólo un poco más rápido que cualquier atleta blanco. Etiopía, aun con la duda de Gebrselassie, tiene además a Gebre Egziabher Gebremariam y a Sileshi Sihine para intentar copar el podio. Ya lo hizo en el Mundial de París del pasado año (Bekele, Gebreselassie, Sihine, por este orden), con Hassan-Chepkurui ocupando la cuarta plaza.

Chema Martínez será el único español en esta final. Martínez ha pasado tres meses durmiendo en una cámara hiperbárica instalada en su domicilio de Las Rozas (Madrid), a una presión equivalente a 2.500 metros de altitud. Su habitual concentración en Navacerrada ha sido sustituida por este invento para poder estar más tiempo con su hija Paula, que nació en febrero, y para beneficiarse de los efectos de la altitud. Su esfuerzo es admirable pero su sueño, alcanzar a los africanos, parece una quimera. Su mejor premio sería ser el primer europeo y revalidar, de manera oficiosa, su título de campeón de Europa en Munich 2002 en esta misma distancia.

Bekele, además, ha roto los esquemas de los fisiólogos que opinaban que entrenar por encima de los 2.700 ó 2.800 metros de altitud es una "burrada", contraproducente para cualquier ser humano. En Assela, provincia de Arsi (Etiopía), Bekele y Gebrselassie han efectuado entrenamientos por encima de los 3.000 metros de forma habitual. El aire a esa altitud es tan ligero como el vuelo de una mariposa y atraparlo entre los pulmones obliga a multiplicar los glóbulos rojos de tal manera que al correr después al nivel del mar es volar. Una metamorfosis que permite a Bekele y compañía correr la última vuelta a la pista tras 9.600 metros casi como finaliza un corredor de 1.500.

Pero el desafío de Bekele no son los 10.000, si no los 5.000 metros. En París intentó el doblete, junto con Hicham El Gerrouj. Niguno de los dos lo consiguió. Un keniano de 20 años, El keniano Eliud Kipchoge aprovechó su frescura para rrebarles el triunfo en la meta. Si Bekele consigue controlarles, a Kipchoge y a El Gerrouj (si éste decide finalmente correr el 5.000) saldría de Atenas con dos oros y convertido en un atleta leyenda, en un hombre más rico de lo que ya es.