Aragonés y zaragocista desde los 14 años, jugó en el viejo Torrero, compartió juveniles con Violeta, vivió en primera persona la época dorada de Los Magníficos, sufrió con la salud y lo recuerda todo a los 77 años con gran precisión.

-¿Cómo llegó al Real Zaragoza?

-Nací en Tormos, Huesca, pero desde los cinco años o así estoy en Zaragoza. Me cogieron a los 14 años, la primera ficha juvenil fue en el Real Zaragoza. Había un tal Cubero que iba por los colegios, se iba informando, preguntando qué jugadores destacaban, y en verano hacían unos torneos y seleccionaban. De ahí pasé a lo que era el Aragón, que se llamaba Juventud. La camiseta era blanca pero el pantalón y las medias, rojas. Luego me cedieron un año al Sporting de Gijón hasta que me quedé en el Zaragoza.

-¿Jugó en Torrero?

-Los juveniles jugábamos en Torrero. Era de los mejores campos que he visto en mi vida porque estaba cuidado por un tal Simón y lo regaba un palmo o dos y lo cuidaba que era una maravilla. El césped era de los mejores de la época. Porque había otros por ejemplo el de Altabix, en Elche, que para sacar el córner había medio metro de distancia y los espectadores te cogían del pantalón o te enganchaban con el paraguas por el cuello. Y el árbitro no quería saber nada. No había tarjetas. Las patadas iban…

-¿Estuvo en la inauguración de La Romareda?

- Yo era juvenil pero estuve viendo el partido contra Osasuna. Vino pajarito Canario cedido por el Sevilla y jugó con el Zaragoza.

-¿Quién le entrenó en el juvenil?

-Andrés Lerín y Juanito Jugo. Lerín se encargaba de los porteros, era más brutote y les gritaba, les exigía que salieran. Juanito Jugo nos entrenó en juveniles y con el Juventud. Los había visto jugar con siete años, en Torrero, cuando hicieron la grada nueva, que ganó el Zaragoza 6-5 al Espanyol. Lerín fue un mito en aquella época. Eran los dos bellísimas personas pero Lerín era más brutote, más de hacer las cosas a lo bruto, chillando mucho. Pero muy buena persona. Juanito Jugo nos trataba como a sus hijos.

-¿Ya se veía la calidad que tenía Violeta?

-Era física y técnicamente muy superior. Se había dedicado a la bicicleta y físicamente era un bestia, y técnicamente andaba también sobradísimo. Tenía que haber jugado dos años antes con el primer equipo, como hacen ahora. Yo no podía entrar porque los jugadores que habían eran súper, pero él sí. Lo que pasa que entonces con 18 años te decían, dónde vas, chaval, y te acoquinaban. Ha cambiado todo mucho.

-¿Por ejemplo?

-En la época anterior se daban puñetazos, patadas, con las botas aquellas… Lo nuestro era un crimen ya porque cuando se mojaba el balón pesaba cuatro veces más y las botas que eran todas de cuero… y las medias, las mangas, cuando se mojaban pesaba todo muchísimo. En Atocha por ejemplo te metías hasta la rodilla de barro. Ellos metían unos latigazos… ahora ves las botas y dices ¡pero si pesaba un taco nuestro más que toda la bota de ahora!

- ¿Jugaba de delantero?

-Empecé de interior izquierda. El primer partido que debuté con el Juventud marqué los tres goles al Teruel, ganamos 3-0. Me gustaba golear, le pegaba con la izquierda y con la derecha, con la cabeza ya no. Cuando subí arriba me dijeron, como corres mucho, tú de extremo. Y tenía que ir a por pelotas que sabía que no iba a llegar. Pero tenía que ir porque si no la bronca era para mí. Y aun con todo iba y me la echaban igual. Eran otros tiempos. La afición que tienen estos ahora, no saben lo que tienen. Entonces se le iba una pelota fuera a uno y unas broncas… Ibas ganando 3-1 y la gente chillaba. A Carlitos le decían, ¡Lapetra, vete a Huesca! Horroroso. La gente estaba mal acostumbrada.

-Dice que estaba mal acostumbrada, pero el Zaragoza aún no había ganado nada.

-Nada, pero había sacado mucha gente de la cantera. Con Los Magníficos empezó todo. Y se formaron en un par de años. Solo fracasó uno, Serer, un delantero centro alto que vino de figura y no triunfó. En los entrenamientos la he gozado más que en la vida, no la gozaré nunca más igual. Con Carlitos, con el otro... Nosotros perdimos una Liga contra el Sabadell, échale carrete, y contra el Levante fuera. Fuimos a Sabadell y a ver quién hacía más caños. ¡Eso era un equipo de fútbol! Ahora, patadas hasta en los ojos nos dieron. Me acuerdo que Waldo Marco y Roque Olsen se metieron con Marcelino y Marcelino les contestó delante de todos que sus piernas valían más que todo el Sabadell entero.

-Explique cómo era Carlos Lapetra para los que no lo han visto jugar.

-Era técnicamente superdotado, zurdo perdido, desequilibrante. Los pases que te daba… eso es tener clase. Clase es darle la pelota al compañero en condiciones. Lapetra dominaba todo, pase en corto, pase en largo, todo. Lo respetaban los contrarios. A los demás, no, pero a él sí. Le pegaban menos.

-¿Con quién se jugaba el puesto?

-Yo no me jugaba el puesto porque estaba fuera. Me había hecho un pantalón con culeras que se llama y jugaba cuando ellos me dejaban. Se lesionaba por ejemplo Canario, pues entraba yo. Hubo una época cuando jugué 14 o 15 partidos, que los ganamos todos además, cuando se lesionó Villa. Metí seis goles.

-Tenía por delante a Marcelino.

-Murillo estuvo dos años de delantero centro pero enseguida llegó Marcelino, que vino de extremo derecho. Lo convirtieron en delantero centro y fue el mejor rematador de cabeza, y eso que medía 1,70. Lo que hacía bien era la anticipación al contrario, él estaba detrás y te decía, tú dale fuerte al balón, no como ahora que ponen esos balones blandos que son un caramelo para el portero, él te pedía que le pegaras fuerte y cuando le dabas se anticipaba, saltaba muy bien y el giro de cuello lo hacía perfecto, sobre todo para darle potencia.

-Un personaje, Marcelino.

-Era un jugador maravilloso. Pero que era como era. El encanto de las nenas. Roque Olsen me ponía siempre en la habitación con él y en Barcelona vino uno de El Mundo Deportivo, llegó asustado, llamó a la puerta, ¿Marcelino, por favor? Quería hacerle una entrevista. Y le contesté yo todas las preguntas.

-¿Qué contestó?

-Marcelino allí callado. En una de las preguntas le dije mira, a este señor le llaman el Longiness, escríbelo, el chaval muerto, le llaman el Longiness por lo bien que anda, porque iba muy chulín. Era un figura. Carlitos Lapetra y él eran totalmente distintos. En la selección decía, delante de todos, a ver míster, mañana quién juega, Marcelino y diez más, no. Y cabreaba a todos los demás.

-¿Cuánto valía ese equipo?

-No se atrevió Waldo Marco, pero el Barcelona tenía a Marcelino, Carlitos Lapetra y Villa y el Espanyol tenía a otros también. Ahora hubieran sacado varios millones por ellos. Y pajarito, que ya vino mayor, era potencia, extremo extremo, potencia, centrar y tiro a gol alucinantes. Ahora no se ve eso. No tiran a gol, no desbordan por la banda. En aquella época cada pelota que cogías ibas a por el rival, unas veces salía y otras no. Ahora ves un partido y dicen ‘no han tirado a puerta ninguno de los dos en veinte minutos’.

-¿Y si el Zaragoza entonces hubiera estado 20 minutos sin tirar a puerta?

-¡Bien! (se lleva las manos a la cabeza) Si ganando 3-1 estaba la gente enfurecida. A mí me tiraban balones largos, no la cogía y bronca. Eso era fútbol de verdad. Nos enfrentábamos a los ingleses con el mismo estilo y los vapuleábamos. Era la unión que había. Había gente de muchísima calidad arriba y dureza atrás. Santamaría los cogía y los ingleses rebotaban. Ahora hay que exigir al jugador y al equipo. No menospreciar pero sí exigir. Y no se tiene que molestar nadie. Ahora todo es bueno, todo vale. El fútbol es aburrido hoy. Hasta el fútbol inglés. Nosotros íbamos siempre para delante. ¿Un balón atrás? ¡La bronca que se organizaba!

-¿Cuál fue el mejor partido de aquel Zaragoza?

-Contra el Benfica en el Carranza. Violeta marcó a Eusebio fenomenal, pero nos marcó un golazo de falta. Nosotros teníamos a Pais y a Lapetra que eran seda pura para las faltas.

-¿Estuvo en Leeds?

-No, estaba lesionado. Ese fue el mejor partido del Zaragoza. Pero como ese jugaba cincuenta mil, lo que pasa es que unas veces salía y otras no. La parte de arriba era seda, Canario todo potencia y habilidad, Santos en el medio con Violeta jugaban al fútbol, y ya no le digo nada de Villa en el área. Villa era especialista del área pero no le hagas correr para atrás. Y Carlitos jugaba más retrasado. Era seda, por habilidad y por los pases que daba.

-¿Cómo le trataban?

-Le voy a contar una anécdota. Fuimos a jugar a Sevilla y cogimos coche cama en Madrid. Me desperté a las ocho y media o así y vi a Quique Yarza, que era una grandísima persona. Salía al entrenamiento con el cigarro, lo dejaba, daba un par de vueltas y, si no se le había acabado, se escondía para terminarlo y volvía a la cola. Aquello era una gozada. Y me dice, ya estamos en Sevilla. ¿No has estado? Pues no, esta es la primera vez. Llegamos al hotel y a las doce o así llaman al teléfono y era Carlitos. Oye Chema, baja cuando puedas que te estamos esperando en la puerta. Me visto todo chulo, bajo y me estaban esperando él y Villa con un coche de caballos. Yo en el centro, barrio de Santa Cruz, plaza España y al final calle Sierpes. Cervecita y una cigala. Ibas a pagar y no te dejaban. Y otra, Carlos Lapetra estando en Londres me dice oye Chema, ¿tú cuánto cobras? Pues hay que hablar con Waldo Marco para que te suban el sueldo.

-¿Cuánto se ganaba entonces?

-Aquí los únicos que cobraban bien eran Carlitos, Villa, Marcelino... Lo único es que con las Copas que ganábamos nos daban buenas primas. Por ganar el Carranza nos dieron 60.000 pelas a cada uno. Aquí se ganaba dinero. Por ganar te daban 12.000 pelas más luego el sueldo. Por partido ganado o empatado fuera te daban 7.500. Era dinero entonces. A Violeta lo quiso el Madrid. A mí me vino el Murcia a mitad de temporada pero no me dejaron ir.

-El peso de Los Magníficos.

-Ir en autobús a Madrid eran cinco horas, pues Carlitos Lapetra cogía al presidente y le convencía para ir en Talgo. Mandaban ellos porque eran los dueños, cortaban el bacalao.

-¿El Zaragoza era el equipo que mejor jugaba de España?

-A fútbol, sí. Aquí le ganamos al Madrid sobrado y allí empatamos a uno. El año que pudimos ser campeones el Zaragoza era el mejor equipo con diferencia. Y ellos tenían a Puskas, Di Stéfano y toda la cuadrilla. Marcelino era una perla. En Barcelona la gente le decía de todo. Pero él se reía de todo el mundo. Y la gente todavía le chillaba más.

-¿Ha vuelto a ver algo similar?

-Sí, la época de Jordao y Arrúa. Los Zaraguayos jugaban muy bien. Y luego este medio centro que está de entrenador, Poyet. Arrastraba a todo el equipo y al contrario lo cogía al contragolpe. Lo de Jordao era un espectáculo. Me venía a ver todos los días al banco porque le tenía que dar el cambio en dólares. Pero Arrúa y él, incompatibles.

-¿En cuántas finales estuvo?

-No estuve porque a mitad de temporada estaba finiquitado. Yo jugaba al fútbol pero no podía jugar, a base de inyecciones. Estaba hasta el martes que entrenábamos en la cama y no le decía nada a nadie. A ver si me encontraban, me corregían…

-¿Cuánto estuvo lesionado?

-Por lo menos tres años porque estando ya en el Calvo Sotelo jugamos una promoción contra el Numancia y ahí ya empecé a notar algo. La vuelta ya no la jugué. El siguiente tampoco y al siguiente me sacaron con pinchazos. Yo jugué lesionado tres años. Te toca y te toca. No acertaron, porque si me lo hubieran visto... Pero con 21 años me comía el mundo.

-¿Qué le pasaba en las rodillas?

-Me habían sacado una bursitis, pero no era bursitis. Era una infección de las amígdalas. Me las arrancaron, me hicieron un cultivo, sacaron un suero, me lo inyectaron dos veces y jamás volví a tener anginas. Pero tenía las inyecciones cristalizadas en las rodillas. Me tuvieron que operar en 18 días de las dos rodillas para limpiarme eso. Ahora tengo esta rodilla que ya me está esperando el doctor Zamora para ponerme una prótesis. Ando bien a ratos, pero subir escaleras me duele. Y tengo suerte de estar aquí porque me dijeron que podía haber sufrido una muerte súbita. Me dijeron que tenía un soplo en el corazón. Mañana a operar. Tendría 24 o 25 años, lo pasas mal, mal, mal, mal. Me dio un ictus en el 2008, que estaba como un toro. Entrenaba dos horas como un bestia, jugaba al tenis. Y me dio en el cerebelo. Me dejó mal, pasé un año haciendo la recuperación. Cogí a un fisio, hice los ejercicios con mi mujer que me cogía del brazo porque no sabía andar. Y al año y medio ya estaba corriendo otra vez. Me rompí también la cadera de tanto ejercicio.