Tres puntos en cinco partidos, decimoséptimos, salvados por los pelos de la zona de descenso, con dos goles a favor y cuatro en contra. Un bajage algo pobre, maquillado por los buenos resultados en Europa, el que presenta el Villarreal en su confrontación de hoy con el Zaragoza. El Madrigal no ha celebrado todavía un triunfo amarillo, ni siquiera ha cantado un gol. A cambio, ha vuelto a ver a su equipo ganar la Intertoto y clasificarse para la Copa de la UEFA, en la que la temporada pasada alcanzó las semifinales y sólo se vio apeado entonces por el Valencia.

El Villarreal ha logrado convertirse en un clásico de Primera en cinco años en la máxima categoría, hacerse con un nombre en el fútbol español, tener una imagen única. Su traje amarillo, que esta temporada ha eliminado definitivamente el pantalón azul y que le permite no tener que utilizar nunca la segunda equipación, forma parte de la idea del club, de su presidente Fernando Roig, de tener una imagen propia que se instale en la memoria de los aficionados. El origen de la indumentaria fue casual. Los castellonenses vestían de azul y negro en sus orígenes, hasta que la directiva se trasladó a Valencia en 1946 para comprar equipajes nuevos y en la tienda habían agotado las existencias de camisetas blancas, lo que les obligó a llevarse unas amarillas.

Fernando Roig

Los cambios de los últimos años no tienen, sin embargo, nada que ver con el azar. Desde que ascendió a Primera hace cinco años ha buscado y rebuscado en el mercado hasta encontrar siempre estrellas, jugadores consolidados, a un precio razonable. El primero en llegar fue Víctor, por 7,2 millones de euros (1.200 millones de pesetas). Después, se unieron Palermo (9 millones), Guayre (6 millones), Craioiveanu, Anderson, que llegó libre, o Diego Forlán, fichado este verano al Manchester United por apenas 3 millones de euros.

Poco popular

También fichó, antes incluso de que terminara la pasada temporada, en pleno mes de abril, a un nuevo técnico, Manuel Pellegrini, un chileno con un amplio currículum como entrenador en Suramérica, principalmente en Argentina, en San Lorenzo de Almagro y River Plate. No se ha hecho muy popular en Villarreal. Es reservado y poco amigo de grandes escenas públicas, pero los aficionados están contentos con él y con el juego del equipo. En algunos aspectos recuerda a Víctor Muñoz, con quien el conjunto amarillo comenzó su andadura en Primera, especialmente en el esquema de juego, en el gusto por tener el balón y quererlo jugar al ataque. Pero no llega el gol, sólo Forlán marcó en la primera jornada en Mestalla (2-1) y Anderson anotó en Santander (1-1), y le falla la defensa en el juego aéreo y a balón parado.

Pellegrini, ingeniero de caminos, políglota y gran lector, es el quinto entrenador del equipo en los últimos siete años. Y ninguno ha terminado su contrato. Joaquín Caparrós, Irulegi, Víctor Muñoz y Benito Floro abandonaron el equipo prematuramente y todos fueron sustituidos por Paquito, el otro gran protagonista de los últimos años. Pellegrini también quiere un sitio en la historia del club, para lo que tendrá que cumplir el nuevo reto de Roig, clasificarse entre los seis primeros. Eso implica mejorar ya el rendimiento del equipo. Y ganar al Zaragoza.