No hay excusas ni paños calientes para el partido que el Real Zaragoza perpetró en el Heliodoro, una derrota justa tras una oda a la pobreza, tras un invitación a la desesperación de un zaragocismo ya hastiado de imágenes tan tristes. Quiso Raúl Agné en la noche lluviosa en la isla blindar a su equipo, reducir los espacios y buscar la velocidad a la contra, y el plan solo le salió en la parte defensiva, medio bien, en la primera parte, porque, en la segunda, la victoria del Tenerife era cuestión de tiempo. Llegó en un córner mal defendido, esta vez por Cabrera, y en un cabezazo certero de Germán para poner en el marcador la distancia que hubo en el césped.

El partido deja al Zaragoza al final de la primera vuelta más lejos del playoff, ahora a tres puntos, pero sobre todo lo sitúa con una sensación de orfandad y de pobreza futbolística terrible. Agné, que revitalizó al equipo a su llegada, empieza a dar muestras de estar cada vez más perdido en la búsqueda de soluciones, aunque sea innegable que intenta encontrarlas. Quizá no existan demasiadas en una plantilla con múltiples defectos y con jugadores lejos de su mejor versión, pero, si el choque del Girona fue un golpe de realidad tras el parón navideño, la lamentable derrota en la isla supone un varapalo al crédito del entrenador y una clara evidencia de que quizá hagan falta más retoques que ese centrocampista y el delantero que están por llegar en este enero.

Decidió Agné dar una vuelta de tuerca con cinco cambios, algunos obligados por las bajas, como el de Ratón en la portería, o el de Casado en el lateral, pero otros para tratar de encontrar más sobriedad, más capacidad defensiva. Se trataba de buscar velocidad con Xumetra y Dongou junto a Ángel y Xiscu y de que Valentín aportara más músculo en la medular. Reducir espacios, trabajar la presión, dar la iniciativa al rival y atrapar alguna contra.

El guión no salió. Y, cuando una idea supone renunciar tanto al ataque, si no tiene el refrendo del marcador se desnuda por sí sola. Eso le sucedió a Agné y al Zaragoza en Tenerife. Y el golpe es mayor por ese motivo. El equipo tinerfeño tuvo el gobierno de la pelota desde el inicio, aunque se siente mejor a la contra, y eso deparó desde el comienzo un choque aburrido. De bostezo monumental en la primera parte.

El Zaragoza, terrible con el balón e impreciso, solo se asomó en alguna acción de Xiscu y por la actividad de Ángel, que en su retorno a la isla la tuvo mucho menor que en otros días. Valentín sí cumplía en el doble pivote, pero no Zapater, en un alarmante momento. Por no hablar de Xumetra y Dongou, fuera de forma y perdidos ambos.

El equipo, en todo caso, apenas sufrió en la primera mitad. Un remate flojo de Suso tras el primer error de Cabrera, algún intento de Cristo González y poco más. Lo más peligroso fue un disparo de Alberto que a Ratón le costó atajar, mientras que dos buenos despejes de Marcelo Silva evitaron males mayores.

El segundo acto ya trajo otro color. Lo poco que había hecho bien el Zaragoza lo dejó de hacer para estar más expuesto. El Tenerife seguía dominando el balón, pero cuando más peligro creaba era a la contra. Una conducida por Suso, una pesadilla para Casado, acabó en un pase de la muerte de Cristo que Aarón, con todo a favor, mandó al larguero.

Buscó los cambios Agné para tratar de que su equipo fuera más vertical. Edu García sí mejoró a Xumetra, lo que no era difícil, pero Lanzarote, desde la mediapunta esta vez, dejó claro que otra ración de banquillo ayer no le había motivado. El Zaragoza fue, poco a poco, quedándose más pequeño, más vulnerable, mientras su rival sí mejoraba con Aitor Sanz, Lozano y Omar. Es lo que tiene la pobreza, los equipos rivales siempre parecen mejor trabajados y los jugadores que salen del banquillo ofrecen más soluciones al entrenador.

El partido estaba para perderlo y el larguero salvó de nuevo a Ratón tras una gran acción de Amath. El desenlace llegó a falta de 12 minutos. Omar botó un córner, Cabrera dejó que Germán rematara y Ratón vio el balón entrar. La respuesta de Agné fue sacar a Erik Morán. Difícil de entender... Ahí, cualquier zaragocista ya vio que se había acabado el pleito. Lanzarote, con un disparo flojo y sin nervio, tuvo el honor de que Dani Hernández estrenara sus guantes. Así, está claro, no se va a ningún lado.