Juan Oiarzabal reconoció ayer en rueda de prensa que le cuesta superar ascensiones de 8.400 metros, pero no por ello dijo que fuese a dejarlas. El alavés, de vuelta en Vitoria tras haber abandonado el lunes la clínica MAZ de Zaragoza, tendrá que volver a mediados de septiembre bajo los cuidados del doctor Ricardo Arregui para ser sometido a una intervención quirúrgica. Hasta entonces, tanto Oiarzabal como Edurne Pasaban, su compañera de expedición y clínica, recibirán un tratamiento por vía oral semejante al que venían siguiendo en la MAZ. Según Arregui, el montañero "puede experimentar mejoras, sobre todo en la planta del pie, que esperemos que sean considerables". Pero en cualquier caso, y teniendo en cuenta que son las congelaciones más graves que ha sufrido el alavés, es seguro que sufrirá la amputación de algunos dedos.

En su comparecencia, el ochomilista vasco analizó los problemas que ha venido teniendo en sus últimas expediciones. "Sin duda, esto que me ha pasado en el K-2 tiene que tener un análisis y yo ya lo he hecho: en las tres últimas montañas altas que he subido sin oxígeno artificial, superando los 8.400 metros de altitud, he tenido dificultades"--reconoció Oiarzabal. "También tuve problemas hace varios años en el Kanchenjunga, en el que me quedé ciego temporalmente por un edema cerebral, lo mismo que después bajando del Everest".

El alavés admitió que "no tenía ninguna necesidad de ir de nuevo al K-2", en lo que además le habían insitido su mujer, Araceli Hernández, otros montañeros, e incluso su médico y amigo, el doctor Ion Armentia. "Pero en mi interior sí que tenía una necesidad personal de lograr volver a subir a esta montaña", se justificó. A pesar de la preocupante situación en que han quedado sus pies, Oiarzabal no se plantea la retirada. De hecho tiene previsto un amplio programa de actividades, que muy probablemente no podrá acometer hasta bien entrado el año 2005. Probablemete le acompañará Edurne Pasaban, que ascendió con él al K--2, pero que ha mostrado una evolución mucho más favorable y apenas sufrirá amputaciones. Ayer abandonó la MAZ, aunque tendrá que volver con el alavés, tras el tratamiento, en septiembre.