Las palabras se las lleva muchas veces el viento. El mundo del fútbol es muy dado a tirar de tópicos, echar balones fuera ante los medios de comunicación y emitir mensajes vacíos, sin ningún tipo de sustento y poso. En el Huesca, todos y cada uno de los jugadores que habían hablado, así como el técnico, no paraban de repetir que el equipo estaba trabajando bien, que las victorias llegarían y que nunca iban a bajar los brazos por muy complicada y duradera que fuera la mala racha de resultados del conjunto oscense.

Luego hay que demostrarlo. Y el Huesca hizo otra declaración de orgullo y de que quiere lograr la permanencia. Siempre quiso, siempre peleó y solo faltaba que llegase ese ansiado triunfo que refrendara todo el buen trabajo, ímpetu y arrojo que había mostrado en los partidos anteriores.

Esa misma actitud es la que le permitió volver a no bajar los brazos y obrar la remontada ante el Betis. Habían avisado Musto, Melero y Ferreiro que las vacaciones navideñas les habían permitido cargar las pilas, desconectar un poco, refrescar la cabeza y mentalizarse de que, lo que está por venir es complicado, pero a la vez ilusionante.

Otra vez se puso el partido cuesta arriba, otra vez sin merecerlo, y otra vez sacó la casta para pelear hasta el final. Premio más que merecido. El Betis no se había acercado ni una vez al marco de Roberto Santamaría y la zaga no tuvo apenas trabajo. En la primera aproximación con algo de peligro, Etxeita cometió penalti sobre Tello. 0-1 y esa persistente sensación de que, sin hacer nada mal, derrota de nuevo.

Era la hora de los valientes. El primero que dio un mensaje a sus jugadores fue Francisco con la entrada de Chimy y Gallar. Mordiente arriba. Miramón pasó al lateral derecho y Akapo al izquierdo. Dispuso una formación más natural y con la que el Huesca se sintió cómodo. El resto lo hicieron las ganas de vencer y la garra. Porque aunque estaba difícil por la entidad del rival y los malos resultados, el equipo azulgrana no bajó los brazos nunca.

Presionó tanto que robó en zona peligrosa y acabó empatando. Y siguió aporreando la puerta del Betis hasta que llegó el delirio con la volea de Rivera. Y no hubo goles en el último minuto ni tortazos de última hora. El Huesca creyó y ganó. La permanencia sigue siendo un sueño, pero cada vez más cercano.