No hay esta semana en el mundo un lugar más eufórico, ya pueden buscarlo, ya, que La Masia del Barça, que el centro Oriol Tort. Entrabas allí y te abofeteaban las sonrisas, junto a los buenos días. La razón no es difícil de entender, no era solo porque el Barça hubiese remontado, sino porque lo había hecho con dos de los diez mandamientos de este centro educativo.

«Mira, Andrei, lo más grande que ocurrió el miércoles en el Camp Nou es que el gol definitivo lo marcó uno de nuestros niños, un joven que aglutina todo lo que nosotros intentamos inculcar a nuestros jóvenes. Sergi Roberto es el mejor ejemplo». Xepkin, que reconoce que tenía fe «pero no tanta como debía», atiende las explicaciones de Carles Folguera, director de La Masia, como cuando él habla, siendo tutor, con alguno de sus chicos.

«Pero hay más, Andrei. El segundo punto que debe enorgullecernos de aquella noche, es que también aquí, en La Masia, enseñamos que siempre hay que jugar al ataque, hay que mandar. Lo digo porque, de haber ganado 0-4 en París, el Barcelona hubiera salido igualmente al ataque y no tan temeroso como lo hizo el PSG, que o nos temía o creyó que ya estaba clasificado». Xepkin asiente con su cabeza y recuerda que, en la misma portería donde marcó Sergi Roberto, el niño de la casa, vio como, en 1999, el Manchester United remontó frente al Bayern de Munich (2-1), logrando dos goles en el tiempo añadido de aquella apasionante final de la Champions.

«Estuve con Sergi Roberto, en París, tras el 4-0 del Parque de los Príncies», explica Gerard Romero, el narrador de Moguts pel Barça, de SERCat, «y puedo asegurar que estaba destrozado, hundido, más en su cabeza y corazón que en sus piernas. Fue un palo durísimo para ellos, les machacó mucho la cabeza. Por eso creo que todo el vestuario celebró la reconquista con tanta euforia».

Lágrimas en directo

Y, sí, Romero, que comparte desde hace casi diez años una maravillosa relación con Sergi Roberto («cosa que no hace falta que se sepa, pero bueno»), se contagió tanto, tanto, de la gesta de su amigo que incluso se emocionó al cantar el gol definitivo de la remontada y, cómo no, soltar un puñadito de lágrimas en antena, mientras no cesaba de cantar «¡Sergi, viva la madre que te parió!».

El orgullo de La Masia hará que, sin duda, Carles Folguera, que no da puntada sin hilo, organice muy pronto una visita, un encuentro, posiblemente un picnic en el jardín del centro Oriol Tort, que tiene una estupenda barbacoa, para que sus residentes compartan la alegría y la personalidad del modelo que seguir.

Sergi Roberto, sobre el que Luis Enrique bromeó en la rueda de prensa tras la remontada ante el PSG diciendo que «el gol lo perdió en juveniles», está viviendo una experiencia no muy agradable, pues la ausencia de un lateral derecho titular le obliga a jugar en una posición que ni le gusta, ni le va, ni se adapta a sus características. Pero también en La Masia sus maestros le enseñaron a no protestar.

«No hay duda», señala Gerard Romero, «de que Sergi representa, en este sentido, todo lo que La Masia pretende inculcar en sus deportistas, como el valor de estar en el Barça, la perseverancia, el sacrificio, la complicidad, la amistad, el roce, la colaboración y, sobre todo, el sentimiento de representar a un club que tiene grandes valores».

Folguera lo sabe, de ahí que ya esté preparando el encuentro con el goleador milagro, el muchacho que, ya en el mismo estadio, en el minuto 95 del miércoles histórico, provocó que el infantil B del Barça, que estaba en el Camp Nou, se volviera loco, celebrando su gol o que Adriá Vilanova, hijo del añorado y gran Tito y jugador actualmente del Barcelona B, publicase un vídeo al instante en el que, con el mismo orgullo del que se empapó en sus tiempos de La Masia, comparte y muestra la euforia de todo el estadio azulgrana.