Pasan las jornadas, transcurren los partidos y Óscar Whalley ahí sigue. Y sigue porque hace bien su trabajo, con una pausa y una calma impropias de un chico de 20 años y de profesión portero, ese puesto mirado con lupa de aumentos y más en La Romareda, de especial exigencia individual por su dificultad para esconder las vergüenzas entre el colectivo. Así, a pecho descubierto y sin doblarse lo más mínimo a la importante presión que le rodea, que aparentemente maneja con una tranquilidad que casi pone nervioso, Whalley se ha hecho dueño y señor de la titularidad porque no ha dado ningún motivo para que lo aparten a un lado. Más bien lo contrario: ha parado bastante y bastante bien, con detalles técnicos brillantes como sus reflejos en los mano a mano a bocajarro o una interesante capacidad para aguantar de pie cuando otros porteros se vencen.

El escenario en el que ha recibido la alternativa no ha sido un jardín de flores. No por el momento estructural, que nunca como ahora para saltar de la Ciudad Deportiva al primer equipo, sino por el competidor en el puesto y sus condicionantes. Como la confianza en Alcolea era nula, el Real Zaragoza buscó todo el verano un portero. Al principio un veterano, que encajaba las piezas naturalmente. Luego terminó firmando a otro chico joven, con la misma proyección y proveniente de un club grande, el Atlético, que quiere a sus cedidos en el campo para que se hagan futbolistas. De momento, Bono no ha jugado. Y eso el Real Zaragoza, el club, lo vive medio satisfecho por la seria consolidación de Whalley, medio inquieto por qué puede pasar con futuras solicitudes de cesión al Atlético y equipos de perfil semejante.

Víctor Muñoz es el avalista principal del arquero. Cree en él de manera firme y convencida, aunque mucha gente lo dudara injustificadamente. Llegará un día que fallará, como fallan todos los porteros; le faltan cosas por pulir y todavía está por hacerse en algunas facetas, pero si el Real Zaragoza tiene paciencia y convicción en la apuesta, habrá ganado un guardameta para muchos años. Y de casa.