No hay cosa que les guste más a los niños que jugar. Suelen buscar diversión con una pelota como compañera de recreo. Corren, resbalan, caen, se ríen... Idénticos gestos que los de la selección júnior de baloncesto, chavales de 16 y 17 años que estos días han dado un estirón en Zaragoza. Ayer saludaron a una afición a la que han hecho gozar desde lo más alto del podio del Campeonato de Europa y tiñeron el pabellón Príncipe Felipe de rojo, el color de la pasión, y amarillo, el del oro que se colgaron al cuello. El grupo dirigido por Txus Vidorreta heredaba así un legado que nacía en 1998, hace seis años, en la ciudad búlgara de Varna, cuando los Gasol, López, Navarro y compañía se proclamaron campeones continentales. Al año siguiente, su entusiasmo se extendía al ganar el Mundial de Lisboa superando en una mágica final a Estados Unidos. Desde entonces, a aquella generación del 80 se la conocía como los júniors de oro . Hoy, con ellos reinando en la ACB y asombrando en la NBA, ese nombre ya pertenece, por méritos propios, al grupo del 87, a pesar de que las comparaciones sean odiosas. "No es momento de hacer semejanzas, pero tanto el éxito de 1998 como éste son dos hitos para el baloncesto español", reconoció Vidorreta, técnico de la selección.

Disfrutan en la pista, se les nota. Y además contagian fascinación a quien los mira. Tan alto es su nivel de motivación, tan magnífico su talento y tan extraordinaria su creatividad con un balón en las manos que casi entristece que dejen de ser niños. La generosidad innata de Sergio Rodríguez -autor de asistencias inverosímiles-, la frescura de Carlos Suárez desde la línea de 6´25, la sensacional visión de juego de Fontet, la ambición anotadora de Antelo y el ánimo de todos los demás, aunque estén empujando desde el banquillo, han arrancado elogios sin fin. Los primeros, de su seleccionador: "Han estado fantásticos y se merecen tener una oportunidad en la ACB muy pronto. Quiero darles las gracias porque me he divertido mucho con ellos". Vidorreta también quiso acordarse de los jugadores que formaron parte de la preselección y que, finalmente, no llegaron a disputar el Europeo en Zaragoza. Porque todos forman una generación para la esperanza. Otra generación dorada.