Fue el propio doctor Rossi quien lo ungió como el futuro campeón de campeones. Valentino acudía a ver las salidas de 125cc, apoyado junto al muro, para comprobar el tiempo, la fracción de segundo, que empleaba el director de carrera en apagar el semáforo. Era una picardía más de Rossi para adquirir ventaja respecto a los demás. Fue ahí, en esas saliditas, donde Valentinik decidió hacerse amigo de Dani Pedrosa "porque me cae simpático, es un gran piloto y será un grandísimo campeón".

Desde aquellos tiempos, Pedrosa, el discípulo de Alberto Puig, no le ha decepcionado. No sólo ganó, el pasado año, el título de 125cc mucho antes de lo previsto. Ahora, recién llegado al dos y medio , está consiguiendo algo que ni siquiera logró su admirado Rossi: ser líder y primer candidato al título de la categoría. Ayer, sin ir más, lejos, Pedrosa se fue, se fue, se fue, se escapó sin que los demás pudiesen pillarle. Lo hizo en un circuito que odia --"soy feliz porque, por fin, he roto el maleficio que me perseguía en este trazado donde nunca había subido al podio ni realizado una buena carrera"--y frente al resto de candidatos.

Lo hizo el mismo día que se despistó Héctor Barberá --"no vi la pizarra y creía que faltaba otra vuelta", reconoció el valenciano--, que debió de conformarse con la segunda plaza tras el italiano Roberto Locatelli y por delante de Pablete Nieto, que quería homenajear a su padre en el circuito donde el 12+1 consiguió, en 1969, la primera victoria de su vida.

Pedrosa fue el más grande, el más admirado, el mismo día que Max Biaggi lanzó su candidatura, ¡por fin!, al título de MotoGP, visto que los dos grandes favoritos, Rossi y Sete Gibernau han empezado a tambalearse cuando más firmes estaban. Supermax le dio un alegrón a su jefe, Sito Pons, el día que Honda puso toda la carne en el asador y convirtió en poco menos que invencibles las máquinas de Biaggi, Alex Barros (segundo) y Nicky Hayden (tercero).

SETE, AL SUELO Rossi y Sete, que empataron a errores hace 10 días en Río de Janeiro al rodar por los suelos, corrieron ayer suertes diversas. Gibernau volvió a caerse y, tras golpear mil veces las balas de paja, pidió confianza a los suyos, paciencia, tolerancia y, sobre todo, credibilidad. "Me he caído, pero aquí no se acaba el mundo. Tan sólo estoy a 13 puntos de Vale y quedan por disputarse la friolera de 200".

Gibernau se cayó tres vueltas después de Carlos Checa y 10 antes de que Rossi lanzara la toalla ante el trenecito de Honda , pues Biaggi, Barros y Hayden, enganchados a su enorme poderío --Honda empezó a vengarse ayer de Rossi, aunque el doctor sigue de líder--, le pasaron por encima. Tal y como suele hacer él con sus adversarios.

Gibernau no reconoció como suyo el error, cosa extraña. Dijo que, antes de pronunciarse, quería hablar con sus técnicos. Trabajo inútil: erró él y perdió buena parte de al renta que poseía. "No son los puntos lo que me preocupa, sino no verme afectado por estas dos caídas (Brasil y Alemania) en el siguiente gran premio, que se corre el domingo, en Inglaterra. Esa es mi preocupación: levantarme y pelear, pelear hasta el final".

Quien pensó que a Biaggi le ocurriría como en Río de Janeiro cuando, desaparecidos Rossi y Sete, emergió Makoto Tamada (Honda) y le arrebató el triunfo. Pero esta vez no falló y ganó su segundo Gran Premio consecutivo.