Se la juega Herrera en Ponferrada? ¿No ganar sería el final de su etapa? La teoría afirma que sí. Nadie en el club lo dice de forma abierta, aunque se aluda al "algo habría que hacer", pero la séptima jornada sin ganar --ahora son 6--, el aumento de la crisis deportiva y las dimensiones que pasaría a adquirir el duelo ante el Deportivo, con la grada de uñas, podrían conducir a una decisión que hasta ahora no se ha producido porque el técnico, que no ha logrado que el Zaragoza arrancara de manera estable en todo el curso, ha tenido muchas vidas.

Es verdad que el ambiente y las zancadillas que ha sufrido desde el club han dificultado muchísimo su labor, pero no lo es menos que la errática trayectoria zaragocista a lo largo de casi toda la temporada, salvo en el mes de enero, es un salvoconducto al despido. Y Herrera, que siempre dejó claro que no va a dimitir, no ha recogido aún esa carta. El condicionante económico ha pesado muchísimo. Sigue pesando ese salario que ronda los 400.000 euros y un contrato hasta el 2015, pero el unánime Herrera vete ya que se escuchó ante el Mallorca no es asunto baladí. Otras veces se había oído, pero nunca con tanta fuerza. No tomar una decisión si el Zaragoza pierde o empata con una floja imagen en Ponferrada dejaría una sensación de casi pasotismo en el club, como aceptando la realidad sin cambiar nada para que varíe, y podría provocar que la afición mirara de forma más nítida y estruendosa al palco la próxima jornada.

En todo caso, si en algo tiene experiencia Herrera en esta temporada es en vivir en el filo, al borde del abismo. Ponferrada supone otra vez más. El mal comienzo de Liga, sin ganar y con 2 puntos de 12, y la poca confianza que en él siempre tuvieron Pitarch y su equipo de trabajo ya le dejaron expuesto en la quinta jornada, pero los triunfos ante Tenerife y Castilla le dieron aire. Sin nada de crédito se quedó tras la decimocuarta, una goleada en Jaén que culminó cinco partidos sin vencer y tres derrotas seguidas. No dimitió, el Zaragoza no pudo despedirlo y tampoco hubo acuerdo sobre su posible sustituto, algo que ahora sí hay con Emilio Larraz, técnico del filial. Herrera siguió y salvó el puesto con el triunfo ante el Girona, al que seguirían dos más, ante Las Palmas y Córdoba.

Tras un enero plagado de problemas extradeportivos por los casos de Movilla, Paredes y José Mari, pero muy fructífero en resultados, el comienzo de la actual mala racha con la derrota ante el Barça B devolvió las dudas. A Huelva el técnico viajó con la impresión, como así declaró en la previa, de que podía ser destituido en caso de no ganar. Y no venció el Zaragoza, por un penalti en el último instante de Abraham. La mejoría y la creencia en el club de que el vestuario apoya de forma masiva al técnico paralizaron la medida.

"Si no les gusta o no están convencidos, pues que me echen", dijo tras el choque en el Colombino, todo un desafío al que después se le quitó hierro por las dos partes. Herrera también se mantuvo en pie pese a que la victoria tampoco se hizo palpable ante el Mallorca hace una semana, un partido donde el equipo hizo méritos de sobra para ganar. Esa imagen, el triunfo que se escapó con la pena máxima fallada por Luis García, dejó un poco de crédito en la cuenta del entrenador. Hoy lo pone sobre la mesa de nuevo, sabiendo que ni convence al cub ni tampoco a la afición y que toda la paciencia se acaba por agotar.