Se acabó. Resultó hermoso mientras duró (ocho años, dos Eurocopas y un Mundial), pero España se autodestruyó en una derrota ante la alagre, atrevida y, sobre todo, intensa Chile de Sampaoli. Una derrota para el ocaso de una generación irrepetible de jugadores, que terminaron de mala manera, incapaces de defender con dignidad la corona de campeón conquistada hace cuatro años en Suráfrica. Todo se acaba en la vida, pero no hay mayor derrota para España que traicionarse a sí mismo.

No fue España, no fue la selección del toque, de ese modelo que encandiló al planeta. Nada de lo que había sido. Y Del Bosque, un técnico prudente y sabio (querrá irse por mucho que le pidan que siga porque siente que ha fallado a todos), también se vio atropellado. En ese Maracanazo que se vivió ayer en Río, nadie queda libre de culpa. Ni el seleccionador.

XABI, EL RETRATO DEL CAOS Se sabía que Chile jugaría a mil por hora. Así jugó. Se sabía que España no tenía piernas para resistir ese pulso. Lo que se desconocía es que España renegó hasta de su idea. Del Bosque sentó a Xavi, tal Martino de la vida, que también sentó al líder ideologico del modelo en el banquillo ante el Atlético. Y entregó el seleccionador su, tal vez, última obra a Xabi Alonso, que le devolvió tal confianza con un partido infame. Falló en todo el centrocampista del Madrid. En el descanso, Del Bosque quitó a Xabi Alonso y puso a Koke. La renovación ya llegó demasiado tarde. Pero equipos tan grandes como este caen también a lo grande. Como en su día el Barça. No hay espacio para la transición.

Derruido mentalmente estaba Iker como si se le hubiera olvidado el oficio. Paró el lanzamiento de Alexis pero asistió, con su despeje hacia el centro, en el gol de Aranguiz. Dolía asistir al entierro de un grupo extraordinario, que merece todo el respeto por lo que han hecho. Y, sobre todo, por cómo lo han hecho, llevando el fútbol a cotas de belleza, precisión y pasión que no se habían visto antes. Pero todo final resulta dramáticamente cruel porque provocó ñdesazón", un término delbosqueniano, asistir a la caída del imperio. Fue Chile la que se adueñó, en muchas fases del partido, de la pelota, provocando que en Maracaná se escuharan en una húmeda tarde carioca miles de festivos y, a la vez, dolorosos óles. La rendición más absoluta.

Casillas estaba --recibió cinco goles en dos partidos--, Xabi Alonso arrastró al equipo con su anarquía, Piqué y Xavi fueron señalados con la suplencia como culpables del 1-5 de Holanda y Diego Costa, el delantero que debía evolucionar la idea, ter-