¿Con qué habrá soñado esta pasada noche Fernando Torres después de ver el gol de Zlatan Ibrahimovic a Italia, que antes se había adelantado con un cabezazo de Antonio Cassano? ¿Con qué soñó el delantero del Atlético de Madrid tras observar a Wayne Rooney meterle dos tantos a Suiza? Seguramente con ser un chico malo, travieso, duro, nada convencional, un tipo al límite de la legalidad para ganarse el respeto de Iñaki Sáez, es decir la titularidad dentro de ese generación de rebeldes con causa que representan en la Eurocopa el terrible bosnio-croata, el tormento de Bari y el púgil de Everton. Se habrá imaginado frente al seleccionador, mirándole a los ojos con aire retador, estrujándole la gorra entre sus manos y gritándole con acento rapero y aliento a litrona: "¡Eh tío, me has hecho daño!". La juventud está siendo un tesoro en este torneo, menos para él. Quizá mañana El Niño tenga su oportunidad en el equipo con menos edad de la competición. Menuda paradoja.

La vida de Rooney ha sido repasada por todos los rotativos del planeta, descubriendo lo que ya se sabía de sus gustos: cerveza, chicas, peleas y goles. Cassano, caprichoso, contestatario e individualista, ha provocado migrañas a todos sus entrenadores. Ayer, cuando por fin Trapattoni entendió que Italia sólo puede funcionar con Pirlo, el arquitecto del Milan, vino Ibrahimovic. Criado en un modesto barrio de inmigrantes de Rosengord, figura como el traspaso más caro en la historia del fútbol sueco: el Ajax le pagó al Malmoe 7,8 millones de euros. Leo Beenhakker le vio marcar un golazo en un amistoso contra España y le contrató. El muchacho pisó el acelerador emocionado. Su afición por los coches, la velocidad y la indisciplina empezó a ser famosa en Amsterdam, tanto como el codazo que le propinó a un defensa del Groningen, sutileza que le costó cinco partidos de sanción.

Anoche, sin embargo, afloró su figura de futbolista de gran tamaño físico y mental. Todos los suecos saltaron alrededor de Buffon, con machete y casco en busca del empate. En plena batalla primitiva por el balón, Ibrahimovic, de espaldas a la portería, inventó una exquisita espuela con vaselina. Un gol para soñar... con Fernando Torres.