Nada menos que 24 años ha tenido que esperar Argentina para asomarse de nuevo a una semifinal del Mundial. Fue en Italia 90, y en aquella ocasión se deshizo del anfitrión (en los penaltis) en el penúltimo peldaño para caer en la final ante Alemania. Entonces el equipo vivía agarrado a Maradona; hoy lo hace colgado de Messi. El equipo de Sabella puede que sea consciente de que no tiene el mejor equipo pero sabe que cuenta con el número uno en sus filas, quizá el mejor jugador de todos los tiempos al que solo le falta una copa para certificar lo que muchos piensan. Y Messi tiene ese título a solo dos partidos. Tan cerca y tan lejos. Lejos porque el rival a batir es Holanda y porque Di María, el mejor socio de Leo en ataque, se quebró muscularmente.

Di María desapareció, pero irrumpió por fin la discutida figura de Higuaín con el tanto ante Bélgica. Fue la mejor respuesta para evitar que Messi volviera a sentirse completamente solo, por más que le acompañe un país entero.