Todos los días, llueva o esté el cielo despejado, haga frío o un calor ingobernable, Ana García pasa por delante de la Fuente de los Incrédulos, en el Canal. No es, precisamente, un homenaje a esta veterana piragüista de Helios, que, a sus 34 años, está exprimiendo su segunda juventud gracias a la confianza en su destreza con el remo. El excelente papel realizado en las últimas pruebas de la Copa del Mundo y la medalla de bronce obtenida por la palista zaragozana en el reciente Campeonato de España la han convertido en una de las integrantes del combinado nacional que participará en el Mundial de maratón de esta especialidad del 28 de julio al 4 de agosto.

Ana no es novata en este tipo de competición. El año pasado obtuvo un meritorio noveno puesto junto a una piragüista zamorana, pero en esta ocasión formará parte del K-2 sénior junto a la vasca Olatz Alkorta, quien esta semana se desplazará hasta Zaragoza para preparar la prueba. Ambas viajarán hasta Bergen, en Noruega, para luchar con ilusión por subirse al podio, pero el objetivo realista reside en finalizar la prueba entre las seis primeras embarcaciones. "No esperaba hacer una temporada tan buena como la que llevo", reconoce. En aguas del norte de Europa deberán pelear con las barcas polacas y francesas como principales rivales. "Ella ha progresado mucho respecto al Mundial del 2003, y su compañera también es mejor que la del año pasado, así que esperamos con optimismo la cita", asegura Roberto Martínez, entrenador de la piragüista heliófila.

Viaje de ida y vuelta

La historia de Ana está plagada de sacrificio y detalles de superación. Siendo adolescente, dejó que el veneno del piragüismo se extendiera por su cuerpo. Sus primeras paladas prometían una carrera de éxitos relevantes. Pero las penalidades de un deporte minoritario hicieron que Ana optase por construir su futuro en un hospital como enfermera. Tras una década de alejamiento, volvió a meterse en una piragua. "Después del parón por los estudios y el trabajo, ya lleva tres temporadas seguidas entrenándose y compitiendo sin problemas porque tenía buena base. A su edad, cuestan las pruebas de velocidad, pero se adapta perfectamente a las de resistencia", afirma el técnico.

El lamentable estado del Ebro y la masificación de remeros en la zona que comprende el embarcadero de Helios y el del Club Náutico obligan a la piragüista a navegar por el Canal, un lugar tampoco libre de impertinencias. "Suelo tener problemas con los pescadores, a veces hasta me tiran piedras", cuenta Ana. "Me increpan porque dicen que les espanto a los peces, pero yo también pago mi licencia para poder estar aquí y la Confederación Hidrográfica del Ebro me da permiso". Otros incidentes mezclan matices amables y un tanto dramáticos. "En una ocasión me encontré a una anciana que se había escapado del Psiquiátrico a punto de tirarse al agua. Yo gritaba pidiendo ayuda, pero la gente se lo tomó a broma. Cuando vino la Policía y los del Centro de Salud ya se había solucionado todo", relata. Las condiciones del Canal permiten a Ana completar hasta 6 kilómetros seguidos de paladas, mientras que en el Ebro debe conformarse con 600 metros. "Ahora el río se cruza a pie; en cambio, en el Canal me cubre entera. Yo no lo encuentro peligroso, pero hay gente que se ahoga porque se queda atrapada en el barro y no nada", señala.