Llegó y fue una grata sorpresa. Salvo para Lalo, claro. Vino al Real Zaragoza como un fichaje de autor, como otros tantos antes, y siendo una clara apuesta del director deportivo. Por cierto, en Boltaña, en la pretemporada, ya tenía la certeza de que James Igbekeme iba a agradar en La Romareda a pesar de que no habla español y de que podía necesitar un tiempo de adaptación.

El nigeriano arribó del Gil Vicente de la parte baja de la Segunda División de Portugal. Fue un fichaje desconocido y sorprendente por su anonimato para el público futbolero zaragocista. Llegaba un jugador de complexión fuerte y pequeño en altura pero con fortaleza física y capacidad de recorrido. Un box to box, tal y comentó Lalo cuando anunció su incorporación.

Cayó muy de pie y enseguida se atisbó a un jugador comprometido y con mucha capacidad de sacrificio en el césped. Restaba conocer cómo se iba a adaptar a un nuevo país y a una competición tan exigente como la Segunda División. En los bolos veraniegos tuvo gran protagonismo debido, principalmente, a las lesiones de Eguaras, Zapater y Raúl Guti. Esa puesta a punto le vino de perlas al nigeriano para adquirir minutos, experiencia y tono físico. A día de hoy tiene una marcha más, lo mismo que le sucede a Javi Ros, y ambos cuajaron un partido que rozó la perfección ante el Extremadura.

SISTEMA A MEDIDA

El nigeriano, como le ha sucedido a otros compañeros de vestuario, apunta a ser un jugador fundamental con un Víctor Fernández que ha encontrado un sistema que ensalza las cualidades de sus jugadores. El rombo y el 5-3-2 no han demostrado ser unos dibujos tácticos que saquen lo mejor de los futbolistas. Al menos, de los actuales. El 4-2-3-1 ha caído de pie aunque, por supuesto, debe tener una continuidad en el tiempo. La victoria ante el Extremadura dejó numerosas lecturas positivas, pero en los sucesivos encuentros es necesario seguir mejorando y sumando de tres en tres.

Como ha sucedido por ejemplo con Pombo, este sistema le viene como anillo al dedo a James Igbekeme. Contra el cuadro de Almendralejo jugó en el doble pivote junto a Javi Ros. Los dos se complementaron a la perfección. El tudelano ejerció más de ancla, de elemento inmóvil, lo que permitió al nigeriano tener libertad. No se olvidó de apoyar en defensa, ya que realizó un gran trabajo de sacrificio en tareas de presión y recuperación, pero sobre todo se prodigó en ataque.

Jugó con esa espontaneidad que le gusta a La Romareda. Hizo arrancadas marca de la casa, se acercó al área, tanto que dispuso de varios tiros lejanos y de un lanzamiento suyo nació el empate de Pombo, y movió el esférico con presteza desde su posición del centro del campo. Es un jugador que, a su mejor nivel, es difícil de parar por su potencia y verticalidad. Tiene la capacidad de traspasar, con más facilidad que otros compañeros, líneas de presión y espacios achicados a través de la conducción de balón.

CONTAGIADO

No pasó de todos modos una época fácil. Empezó como un disparo la temporada y siendo fundamental como interior del rombo. En Oviedo culminó su enorme inicio de campaña con una actuación estelar y un tanto de bandera tras una pared con Pombo y una croqueta para salvar a Alfonso Herrero.

A partir de entonces se diluyó. Cayó lesionado, se perdió los duelos ante el Lugo y el Albacete y le costó recuperar el tono. Se contagió de la mala dinámica del equipo y, tras la destitución de Idiakez, no encontró ni continuidad ni su sitio con Lucas Alcaraz. De hecho, solo jugó dos partidos completos y, por el estilo de juego del técnico granadino, James Igbekeme no pudo ensalzar sus cualidades.

El cambio a Víctor Fernández le ha sentado de maravilla tanto a él como a todo el equipo. Ha vuelto a ser ese centrocampista eléctrico que maravilló en las primeras jornadas y en pretemporada. La pantera nigeriana, de nuevo liberada.