Apenas llevaba cinco segundos sobre el campo. El reloj se aproximaba al minuto 20 de la reanudación y el Zaragoza perdía 1-2. Víctor decidió seguir adelante con el cambio a pesar de que su equipo disfrutaba de un saque de esquina a favor. Así que Papu chocó su mano con la de Pombo y se aproximó al área pequeña. Justo ahí le cayó un balón peleado por Álex Muñoz y que la defensa del Sporting no aceró a despejar. Y Papu lo empujó a la red. Llegar y besar el santo.

El tanto del georgiano supone el segundo en su cuenta particular en Liga y el tercero de la temporada -también anotó al Deportivo en Copa del Rey-. Pero el gol de ayer es especial. Porque es el primero que logra desde hace cinco meses, cuando consiguió el de la victoria ante el Extremadura. Y, sobre todo, porque Papu llevaba demasiado tiempo sin nada que celebrar.

Su temporada se ha convertido en un calvario como consecuencia de una lesión que nunca acababa de curar y que le llevó, incluso, a permanecer un mes en su país con permiso del club. Esa decisión le distanció de muchos.

Ayer, Papu celebró el gol llevándose las manos a los oídos. Al menos, todo puede acabar con buen sabor de boca. Es el jugador de campo que menos minutos ha jugado hasta ahora a pesar de que era vital en la planificación de una temporada que pasará a la historia como una de las peores en la existencia del Real Zaragoza.