El problema de Kostadinos Kostas Kenteris y Ekaterini Thanou, el gran problema, es que llueve sobre mojado. Después del susto y la convulsión de la noche del jueves, ayer Grecia despertó con las portadas de los periódicos repletos de interjecciones y los programas de televisión dedicando la mayor parte de sus minutos al escándalo que ha salpicado las primeras horas de los Juegos de Atenas. "Dinos la verdad", reclamaba la portada del diario ateniense Ethnos , en una interpelación directa a Kenteris, el hombre que estaba destinado a pasar a la historia, pero por otros motivos.

Kenteris era, efectivamente, una de las grandes apuestas del deporte griego. Campeón olímpico (2000), mundial (2001) y de Europa (2002), su nombre figuraba en todas las quinielas para ser el que encendiera el pebetero en la ceremonia de apertura de ayer. Ahora, el fuego olímpico, en vez de purificarle, amenaza con devorarle. Y todo porque todo un país, todo el mundo ya, quiere saber la verdad, como reclamaban ayer los periódicos.

Vidas paralelas

Y la verdad, con Kenteris y Thanou, una pareja muy sospechosa, es lo más difícil de averiguar. Sus vidas son paralelas, pero siempre bordeando el abismo, las más bajas simas de la sospecha. Los dos velocistas comparten profesión (son oficiales de las Fuerzas Aéreas griega), comparten formación (son universitarios) y comparten vocación (correr lo más rápido posible). También comparten un inveterado gusto por la ambigüedad y el secretismo y a un entrenador, Chistos Tsekos, que siempre ha estado en el punto de mira de los que luchan contra el dopaje.

Se dice que fue a él a quien fueron a ver los dos atletas la tarde del jueves, cuando escaparon de la Villa Olímpica para eludir el control. Luego, de regreso de su casa, en la madrugada del viernes, dicen que la moto en la que ambos iban patinó y los dos atletas fueron a parar al hospital. Puede ser, pero no es seguro. Nada es seguro en la oscura vida deportiva de Thanou y, sobre todo, de Kenteris, que ha hecho del escapismo y la fuga su forma de vida.

Contaba ayer Istvan Giulay, el secretario técnico de la Federación Internacional de Atletismo (IAAF), que hace apenas unos días el hombre que aspira --que aspiraba, se puede decir ya-- a ser el primero en repetir título olímpico en los 200 metros se escapó de otro control antidopaje que debía pasar en Chicago. Había comunicado a los médicos que permanecería en la ciudad hasta cierta fecha y, cuando fueron a buscarle, se encontraron que se había ido el día anterior hacia Atenas. El del jueves sería, pues, su segundo renuncio y, en consecuencia, comportaría una sanción de dos años.

En caso de confirmarse, habría tardado mucho en llegar, porque la sombra de la sospecha ha pendido siempre sobre la cabeza de Kenteris y, por extensión, Thanou. Dos atletas que nunca aparecen en las reuniones atléticas de todos los veranos y que luego arrasan en el campeonato oficial de turno. De hecho, Kenteris prácticamente no apareció el año pasado --se saltó el Mundial de París, alegando una lesión-- y es frecuente que se le vea entrenarse en Qatar cuando todo el mundo esperaba que estuviera en Grecia. La paciencia se acabó ayer. "Sombras sobre la gran celebración", "Grecia se queda helada" y "´Shock´" fueron algunos de los titulares periodísticos que reflejaban la desilusión de todo un país.