La partida de póker en que se ha convertido la negociación entre el Real Zaragoza y Hacienda en busca de un nuevo convenio que garantice la viabilidad de la Sociedad Anónima Deportiva (SAD) se ha eternizado ya mucho más de lo que cualquiera de los actores participantes en el proceso había previsto. Las conversaciones entre las partes nunca han sido fluidas, con episodios de alta tensión, y con puntos de desencuentro mayores que los de encuentro.

Ahora la negociación está encallada porque Hacienda pretende que el Zaragoza desembolse más de siete millones a tocateja para firmar el convenio y la SAD lo ve inasumible. Las dos partes están condenadas a entenderse porque ni los actuales propietarios pueden dejar tan tranquilamente que el club liquide y desaparezca --por mucho que usen el argumento como arma disuasoria--, ya que la responsabilidad última sería suya por no hacer frente de la forma que fuese a una exigencia de pago totalmente legal, ni Hacienda puede tensar la cuerda hasta romperla porque se quedaría sin cobrar ni un euro de los más de 32 millones que la SAD le debe.