El Real Zaragoza, ahora sí, ha encontrado el partido que buscaba desde hace tiempo con las luces de su fútbol parpadeando: una veces deslumbrante y otras a ciegas, sin terminar de salir del túnel de los malos resultados pese estar muy cerca de la victoria en algunos casos. El Numancia, un equipo muy interesante y líder antes de acabar la jornada, jamás ha podido responder a un rival sin la más mínima fisura en defensa y con una voracidad ofensiva representada por Gaizka Toquero en el campo y en el marcador. El 3-0 atrona para un conjunto que necesitaba competir con entereza de principo a fin, que escapa de una cárcel clasificatoria de la que no se sentía inquilino. Nunca se ha manifestadio reo de las urgencias y así se ha expresado en este exigente pulso. Muy seguro de sí mismo, feligrés irreductible de su fe y de la de su entrenador, ha ofrecido un triunfo redondo a su público, una victoria que contiene más elementos de confirmación que de sustancias medicinales. Puede ser el inicio de una aventura distinta y atractiva, pero de momento debe de interpretar correctamente, como ha hecho siempre, que su progresión reside en el aprendizaje al margen del fracaso o del éxito. En un grupo en formación, las fiestas se celebran en la intimidad. Un brindis corto y merecido y de nuevo a clase. A Lorca.

El notable es la calificación que merecen todos los futbolistas después de emplearse con la fiabilidad que buscaba y solicitaba Natxo González. El grupo ha actuado con profesionalidad y no pocos brillos individuales. Es de justicia que de ese trabajo homogéneo y adulto, valiente y ponderado según pedía el guión tornadizo de todo partido por muy controlado que parezca, se extraiga la labor de Gaizka Toquero, traductor de esta victoria abrazada por la labor colectiva. El Lehendakari ha ejercido de ejecutor. Más Toquero que nunca, el delantero ha firmado dos goles gestados en su corazón de nitroglicerina. Porque el vasco, jugador de raza, nunca ha desfilado por alfombras rosadas. Lo suyo es vivir cada encuentro con intensidad, sin aliento que administrar, dispuesto para dinamitar de una u otra forma las defensas como la ola que erosiona la costa distraída, como maremoto indomable.

Dijo que su paso por el Real Zaragoza no va a ser turístico, en absoluto. Gaizka Toquero dibuja pocos arabescos en sus intervenciones y sin embargo enamora a las aficiones porque entronca con el alma patriótica del estadio. Aflora su ambición desde las raíces más profundas de este deporte de pasiones. Percute sin cesar. Lucha hasta la extenuación... Preside sin duda un equipo con el liderazgo de los grandes depredadores. En esta manada de cachorros con apetito, un cazador como él se hace imprescindible. Pura esencia de competidor.