Hay ocasiones en las que una imagen vale más que mil palabras. Pablo Aimar lo demostró ayer, cuando al abandonar el hospital 9 de Octubre de Valencia, hizo el clásico gesto de OK a los periodistas. Esa mano con el pulgar hacia arriba tranquilizó a la afición. Hasta hubo una tímida sonrisa cómplice con su esposa. Y eso que ayer no era el día más apropiado para reír, después de la fuerte patada que recibió en la cara del defensa del Atlético Pablo justo en el primer minuto de juego, al rematar de cabeza un balón dentro del área.

El Cani sufre una fisura de mandíbula que no precisará, sin embargo, intervención quirúrgica, pero habrá que ver cómo evoluciona para saber el tiempo que el jugador argentino estará de baja. Aimar, de momento, se perderá el partido de mañana en Milán contra el Inter y deberá entrenarse unos días, como le sucedió a Puyol, con una máscara cuando se recupere del golpe. Ayer aún se le notaba una fuerte hinchazón en el labio superior. Pero, al menos, ha salvado la dentadura.

No perdió ningún diente

Es increíble, pero no perdió ningún diente pese a la virulencia de la patada, que le dejó sin conocimiento durante unos segundos. Una situación de alarma que provocó la rápida intervención del doctor Candel, que le aplicó el tubo de Guedel, ya que la lengua le obstruía la faringe y no podía respirar. "Al llegar donde estaba, Pablo Aimar tenía una pérdida de consciencia y no podía respirar. Nos costó bastante abrirle la boca, pero pudimos meterle la cánula y, en cuanto respiró, recobró el conocimiento", explicó en la tarde de ayer el doctor del Valencia.

Aimar, muy mareado, llegó consciente al vestuario y lo primero que hizo fue preguntar qué había pasado. Ya en el hospital se le práctico un TAC, para descartar una posible lesión cervical, y se le colocó un collarín. Mientras, en una pequeña y oscura sala de espera, su mujer, que acudió de inmediato a la clínica, intentaba dormir a su hijo, que no dejaba ni un instante de preguntar dónde estaba su padre.

Ayala, Curro Torres, Ranieri, el presidente Soler y el director general Manuel Llorente fueron los primeros en llegar al hospital, en una noche que fue muy larga. Aimar precisó calmantes para el dolor, pero los jugadores que le visitaron por la tarde en su casa aseguran que no le guarda ningún rencor a Pablo porque entiende, después de ver la imagen por televisión, que la acción fue fortuita. Además, el defensa del Atlético le telefoneó ayer para conocer su estado.